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martes, 4 de agosto de 2009

MARTIR DEL JAPÓN

TOMÁS HYOJI
Procedía de Hirado, donde nació, en 1590, de padres que testimoniaron sus convicciones cristianas con el martirio. Recibió en Nagasaki una educación esmerada, en el colegio de los jesuitas, para dedicarse al apostolado catequístico. De hecho, acompañó a los misioneros como catequista asiduo y fervoroso desde que contaba treinta años de edad.


Con el fin de prepararse para ser sacerdote, pasó a Filipinas en 1620 e ingresó en el convento de Santo Domingo de Manila. Fue ordenado sacerdote y después de trabajar tres años en la evangelización de Formosa, llegó a Japón en noviembre de 1629, cuando el panorama de la evangelización era desolador. En sus cartas describe un cuadro inimaginable: numerosos cristianos, aterrorizados por los tormentos, apostataban; agustinos y jesuitas esperaban la sentencia de muerte en la cárcel, los dominicos estaban en vísperas de ser detenidos.


Por ser japonés, el padre Tomás Hyoji se movía con relativa libertad, pero, buscado por todas partes, fue capturado en 1634, cuando iba a ayudar al padre Jordán Ansalone, gravemente enfermo, y celebrar con él la fiesta de Santo Domingo. Era el 4 de agosto. Ambos dominicos, vestidos con su hábito, fueron paseados por las calles, insultados por la chusma y luego aherrojados en una jaula. El padre Tomás se confesó japonés y cristiano y, por ello, fue sentenciado a los suplicios del agua ingurgitada, cañas afiladas en las uñas, horca y hoya.


Tras proclamar en voz alta su fidelidad a Cristo y recitar salmos y oraciones, el 15 de noviembre de 1634 entró en una larga agonía para despertar en el abrazo de Dios. Siguiendo su ritual, quemaron su cuerpo para que los cristianos no lo venerasen.
Muchos hermanos cristianos han muerto por amor a Cristo, y aunque este santo parece lejano y antiguo sin embargo las noticias recientes nos hablan de hermanos cercanos y actuales que siguen dando su vida por Cristo; en Irak, en Pakistán, en la India y en muchos otros lugares. Nosotros vivimos la libertad religiosa y nos tendríamos que preguntar ¿cómo la vivo?

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