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miércoles, 9 de septiembre de 2009

ME AMÓ Y ME LLAMÓ. 3

BIOGRAFÍA Madre. María Inés Teresa Arias
3.- Me amó y me llamó a pertenecerle por entero.
En mayo de 1924 la familia tiene que dejar Tepic y trasladarse a Colima donde le sobran la fiestas familiares, los paseos y otras sanas diversiones. Los pretendientes no faltan pero ninguno logra conmoverla. En septiembre de ese mismo año, en una sala de cine Manuelita empieza a sentirse enferma pero por no arruinar la diversión de los demás, oculta su malestar y su agudo dolor. Hasta finalizada la función, sus hermanos se dan cuenta de su condición. Se le diagnostica una apendicitis que en poco tiempo la hace perder muchos kilos. Días después es llevada a Guadalajara donde los médicos recomiendan la cirugía; pero la joven siente pánico y se niega a operarse. Después de un tratamiento, regresa a Colima y aunque todavía le aquejan las molestias, por momentos la enfermedad parece ceder. Antes de partir, Angelita, la amiga que le había hospedado en la capital tapatía, le presta "Historia de un Alma", el libro sobre la vida de Santa Teresita del Niño Jesús. Su lectura provoca un vuelco en el corazón y en la mente de esta joven de veinte años.
Para octubre, durante la semana en que se celebra el Congreso Eucarístico en la ciudad de México, todos los mexicanos católicos oran fervorosamente por los destinos de la Iglesia, pues la situación se vuelve crítica. Los sufrimientos físicos que Manuelita padece son ofrecidos como sacrificio a través de la oración constante. En un momento de elevada introspección, una experiencia íntima, comprensible para ella pero incomprensible para los demás, cambia su vida para siempre. Es entonces cuando sabe que por fin ha llegado la hora de su transformación y ya no puede resistirse: ¡Me será imposible explicar lo que entonces pasó por mi alma! ¡Cuán arrepentida estaba! Dios, el Amor, me atraía con fuerza irresistible. Sólo quería amar y darme a Él-deja en uno de sus escritos-.
A partir de aquel día de octubre, todo es distinto. Manuelita manifiesta inmediatamente su resolución de sufrir la operación que tanto teme. Un valor desconocido en ella empieza a poseerla. Siente unos deseos enormes de confesarse y se dirige enseguida a buscar un sacerdote. Después de la absolución la inunda una paz inmensa que le hace llorar de alegría. Una vez que recibe a Jesús Sacramentado siente tal gozo espiritual que tiene el impulso de pedirle que en ese momento se la lleve a su lado.
El 19 de Noviembre, en Guadalajara, se realiza la operación. Nueve días después, la joven, sin la menor molestia, sale por su propio pie del sanatorio. Antes de su toma de hábito en 1929, ella recuerda y deja por escrito que después de esa cirugía vive una semanas a las que llama “días de gracia” Estaba verdaderamente endiosada, nada me turbaba, las ansias de manifestar a Dios mi amor, me consumían…
Cuando semanas después regresa a Colima, sus amigas ya no pueden reconocerla. Algunas están convencidas de que la cirugía ha tenido los efectos de una conversión; pero para otras jóvenes es difícil entender la nueva forma de pensar y actuar de Manuelita.
La rutina familiar cambia también. Se levanta antes del amanecer y ya para las seis está en el templo. Permanece orando hasta las ocho y media y durante todo el día hace presente a Dios en cada puntada de su costura o bien en cualquier ocupación o trabajo doméstico. Empieza a sentirse hastiada de la vanidad de sus amigas. Los paseos y diversiones se van convirtiendo en una tortura. Ya no parece haber lugar para ella en el mundo: …entonces comprendí por qué me era imposible amar a los jóvenes que se me acercaban. Ninguno podía saciar las ansias de mi corazón.
La familia tiene que mudarse de nuevo. A finales de 1925 viven en Mazatlán, Sinaloa y allí, en aquél bello lugar, Manuelita empieza a practicar una especie de ascetismo. La situación de la Iglesia se torna cada vez más compleja, y ella ofrece innumerables sacrificios que consisten desde abstenerse de algún alimento o golosina, hasta permanecer en silencio, sin replicar, cuando por un malentendido, es víctima de una injusticia.
La futura misionera viviría durante esos meses continuas batallas. A periodos de inmensa paz, siguen momentos de lucha contra ciertas tentaciones del Enemigo que amenazan con arrebatarle el intenso gozo de permanecer unida a Jesús en la oración.
Después de algunas vacilaciones y sintiéndose ya totalmente segura, decide consagrarse toda a Dios por el camino de la vida contemplativa. En abril de 1926 viaja a la ciudad de México para solicitar su ingreso en el convento del Ave María. Su estancia en la capital es de lo menos oportuna. Los cultos se prohíben, y de un día para otro, los Sagrarios quedan vacíos. Esa situación vuelve imposible su ingreso al convento y a los dos meses regresa desolada. Tanto sus padres como su director espiritual se niegan a dar su consentimiento hasta quedar más o menos resuelto el conflicto político-religioso que prevalece en todo el país.

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