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martes, 19 de enero de 2010

Más fundaciones....



Monterrey, N.L., México


En septiembre de 1954, tres hermanas empiezan la fundación en Monterrey, una ciudad del norte de México rodeada de hermosos cerros, pero de un calor intenso en verano. Después de varios cambios de domicilio desarrollando diferentes actividades apostólicas, las religiosas se establecen definitivamente en una colonia construida para los trabajadores de las empresas Cuauhtémoc y Famosa.

Los dueños, católicos por convicción y muy generosos, les construyen a las religiosas un convento con una bella capilla, con el propósito de que dirijan los colegios para las hijas de los trabajadores. Cada vez más misioneras clarisas se integran a esta comunidad para trabajar en pastoral parroquial, colaborar con la catequesis y la formación de niñas y adolecentes.

Costa Rica, Centroamérica.

A solicitud del Excmo. Sr. Arzobispo Rubén Odio Herrera, se funda en abril de 1959, la casa de Santo Domingo de Heredia, en Costa Rica. El objetivo principal es encargarse de un colegio vocacional para chicos y chicas. Debido a ciertas diferencias con el sacerdote encargado, este liceo corre el riesgo de cerrarse, pero aún así, llegan a ser varias, las generaciones de jóvenes que logran terminar sus estudios.

No era la primera vez que la labor de misioneras clarisas se veía obstaculizada. La Madre Inés sufría enormemente ante estas situaciones y se cuestionaba: “¿Dios mío, por qué sucede esto?” Y ella misma respondía: “¡ah, sí lo sé! Como te sucedió a ti con los escribas, fariseos y doctores de la ley, que conociendo como ningún israelita las profecías, fueron los que más te odiaron, te rechazaron, te calumniaron, hasta llevarte a tan afrentosa muerte” María Inés Terea Arias, por experiencias anteriores, sacaba por conclusión que esto sucedía simplemente por su condición femenina. Algunos hombres de la iglesia pretendían hacer fundaciones en su nombre, pero utilizando religiosas para que realizaran los trabajos más arduos.

En 1962, las misioneras clarisas viajan a Quepos, un paradisíaco lugar entre la selva y el mar. A petición de los hermanos Franciscanos cruzan el país por tren y avioneta hasta ese aislado lugar en donde la calidez de su gente las deja impresionadas.

La catequesis que desarrollan allí se dirige hacía variados campos de acción: dos escuelas, un hospital, un centro social, una academia y un colegio; además la importante labor de visitar las fincas más alejadas para llevar la palabra de Dios. Como muchos otros lugares no faltó un ángel bienhechor que les ayudara. Don Herman Lutz, dueño de la avioneta, cooperó en muchos de los proyectos catequísticos de esos bellos lugares.

Madium, Indonesia

A la ciudad de Madium un país exótico y de costumbres extrañas, llegar tres misioneras clarisas un 16 de septiembre de 1960. El padre Hansen, un santo sacerdote, ya ciego y enfermo, fundador de la Institución Panti Bagia encargada de policlínicas, ayuda y orienta a las hermanas para que empiecen por impartir clases de religión en escuelas católicas.

A pesar de la dificultad que implicaba no conocer el idioma, en poco tiempo las religiosas logran avanzar. Se dedican más adelante a atender una pequeña clínica a la que asisten enfermos muy pobres. Al paso de los años, esta clínica se convierte en maternidad e incluso, cuando era necesario, llegar a realizarse operaciones quirúrgicas. Una clase de apostolado trae como resultado, otro. En ocasiones las misioneras se ven, incluso, en la necesidad de hacerse cargo de niños cuyas madres fallecen en el parto. Los criaban y educaban algún tiempo, para después darlos en adopción a familias cristianas.

Durante los primeros años, la Madre Inés tuvo que sortear muchas dificultades para visitar la misión, pues Indonesia vivía situaciones políticas muy complejas. Una de sus visitas resultó toda una hazaña pues en ese momento el país atravesaba por un golpe de Estado, en el que los comunistas habías asesinado a varios importantes generales.

Tiempo después, el presidente de México, Adolfo López Mateos realiza una visita a Indonesia y a petición de la nunciatura, una de las hermanas misioneras clarisas sirve de intérprete en las ceremonias y banquetes que forman parte del protocolo. Tanto el presidente Sukarmo como el presidente López Mateos, en agradecimiento y teniendo conocimiento de la importante labor que realizaban a favor de la salud en varias clínicas, contribuyen económicamente en pro de la misión de las religiosas.

El trabajo agotador e interminable se ve recompensado en pocos años. Jóvenes nativas se acercan a la congregación con el deseo de ingresar y convertirse en misioneras. Después de un año de prueba, las chicas son aceptadas como postulantes. Actualmente son muchas las misioneras nativas que colaboran con la obra.

Lunsar, Sierra Leona.

Para colaborar con los padres Xaverianos, primeros misioneros en trabajar en Lunsar, Sierra Leona, llegan las primeras misioneras clarisas al continente africano. Después de un largo viaje por barco, arriban al puerto de Freetown para ser conducidas por el Sr. Obispo a su casa misión. Cargadas con un variadísimo equipaje, se instalan en una pequeña casa adaptada en dos salones de una escuela primaria.

Desde un principio nada fue fácil para las hermanas; deben luchar primero, contra la desconfianza de los mismos sacerdotes que las consideran incapaces de soportar las dificultades de la misión; y segundo, contra la actitud de las jovencitas africanas que desconocen absolutamente la disciplina y el respeto. Todo esto unido al calor insoportable, convierte esta misión en un gran reto.

No obstante, su paciencia y entrega total les gana la confianza de sus superiores y en poco tiempo se les construye una funcional escuela secundaria, que ellas llenan de color y vida. La iglesia de Alemania contribuye poco después a adecuarles con todo lo necesario para hacer menos difícil la misión.

Chiapas, México.

Trabajar con los indígenas de Chiapas es otro de los sueños que la Madre María Inés deseaba ver realizado. La historia de estos grupos aislados de las ciudades y perdidos en sierras de clima frío y húmedo, ha sido muy tiste. Abandonados a su suerte, tanto por el gobierno como por la propia iglesia, estos indígenas van deformando la religión, viviendo a su manera y confiando más en los ritos de la brujería.

La desconfianza de los indígenas hacia cualquier tipo de ayuda, hace muy complicada la entrada de las religiosas. Siendo prácticamente rechazadas por la región de los Chamulas, deciden instalarse en San Cristóbal las Casas. Chicas indígenas empiezan a asistir a clases de religión, cultura, español, cocina y costura. Con ellas se forma la granja escuela.

Con el tiempo pueden adquirir a buen precio un terreno grande situado en la falda de una montaña, con el grave inconveniente de convertirse en una zona difícil de transitar durante los frecuentes torrenciales. Pero nunca falta la ayuda, y el Sr. Gobernador permite que se abra una brecha que más adelante permite la construcción de otros edificios.


Es sorprendente la rapidez con que las jóvenes Chamulas aprenden el idioma y los niveles de escolaridad. Algunas incluso, desean pertenecer a la congregación. El interés principal de estas chicas es ayudar a su gente a elevar la dignidad de su raza. La Madre Inés consideraba esas vocaciones como una enorme bendición y no dejaba de dar gracias a Dios: ¡ Quién mejor que esas inditas misioneras para llegar al corazón de su pueblo !

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