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martes, 25 de enero de 2011

8o. DÍA ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS

Lecturas

Génesis 33, 1-4 Esaú corrió al encuentro de Jacob y lo abrazó, y lloraron
Salmo 96, 1-13 Decid a las naciones: “el Señor es rey”
2 Corintios 5, 17-21 Dios hizo la paz con el mundo por medio de Cristo y a nosotros nos ha confiado este mensaje de paz
Mateo 5, 21-26 Deja tu ofrenda delante del altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano…


Comentario: Las oraciones de esta semana nos han llevado a hacer un planteamiento común. Guiados por las Escrituras, somos llamados a volver a nuestros orígenes cristianos, los de la Iglesia apostólica de Jerusalén. Vimos su asiduidad en la enseñanza de los apóstoles, la comunión fraterna, la fracción del pan y las oraciones. Al término de nuestras reflexiones sobre la comunidad cristiana ideal presentada en los Hechos 2,42, volvemos de nuevo a los contextos que son nuestros: realidades de divisiones, de insatisfacciones, de decepciones y de injusticias. Y allí, la Iglesia de Jerusalén nos plantea la siguiente cuestión: ¿a qué somos llamados, aquí y ahora, cuando terminamos esta Semana de oración por la unidad de los cristianos?

Los cristianos de Jerusalén de hoy nos sugieren una respuesta: somos llamados sobre todo al servicio de la reconciliación. Tal llamada se refiere a la reconciliación sobre los planes, y en toda una complejidad de divisiones. Oramos por la unidad de los cristianos para que la Iglesia sea signo e instrumento de curación de las divisiones e injusticias políticas y estructurales; para una coexistencia justa y pacífica entre judíos, cristianos y musulmanes; para que crezca la comprensión entre las personas de todas las creencias e increencias. En nuestras vidas personales y familiares, la llamada a la reconciliación debe también encontrar una respuesta.

Jacob y Esaú, en el texto del Génesis, son hermanos y sin embargo extranjeros uno del otro. Su reconciliación se produce mientras se podía esperar un conflicto. La violencia y las prácticas de ira se dejan de lado mientras que los hermanos se encuentran y lloran juntos.

El reconocimiento ante Dios de nuestra unidad como cristianos, y también como seres humanos, nos conduce al gran canto de alabanza del salmo hacia el Señor que gobierna el mundo con justicia y amor. En Cristo, Dios busca reconciliarse con todos los pueblos. San Pablo, que lo describe en nuestra segunda lectura, celebra esta vida de reconciliación como “una nueva creación”. La llamada a reconciliarse es una llamada a dejar actuar en nosotros la fuerza de Dios para hacer nuevas todas las cosas.

Una vez más, sabemos que esta “buena noticia” nos invita a modificar nuestra manera de vivir. Como san Mateo lo relata, Jesús nos exhorta con determinación: no podemos seguir presentando nuestras ofrendas en el altar sabiendo que somos responsables de las divisiones y de las injusticias. La llamada a la oración por la unidad de los cristianos es una llamada a la reconciliación. La llamada a la reconciliación es una llamada a actuar, incluso si fuere para interrumpir nuestras actividades eclesiales.

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