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sábado, 25 de febrero de 2012

BUEN TIEMPO

Mirad: ayunáis entre riñas y disgustos, dando puñetazos sin piedad. (Is 58, 4)

En nombre de la mortificación, a veces, se pueden fomentar las más descardas perezas y contrariedades mentales.
Las personas aparentemente más "devotas" son con frecuencia hábiles para escoger aquellas penitencias que les gustan o también aquellas menos oportunas.
Ayer se reflexionaba en que el prójimo debe beneficiarse de nuestras privaciones si queremos que nuestras mortificaciones sean gratas a Dios. Ahora podemos completar ; hacia el prójimo más próximo, o sea la familia, la comunidad debe beneficiarse de nuestras prácticas penitenciales.
Una persona mortificada debe "dar muerte" a su egoísmo, al propio "yo" dividido, a los propios cambios de  humor, a la propia avidez y prepotencia, pequeñeces, envidias y aportar al ambiente donde se mueve: alegría, paz, serenidad, confianza y compasión de la miseria de los otros.

Dos preguntas muy simples: ¿Cuál es la aportación que hoy decides prestar con tus mortificaciones al clima, a la serenidad del ambiente en el que vives?

¿No has pensado alguna vez que la mortificación puede ser el precio doloroso a pagar en favor del buen tiempo en tu familia, trabajo o comunidad?

Extracto El Acoso de Dios. Alessandro Pronzato. Sábado después de Ceniza

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