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miércoles, 29 de febrero de 2012

CITA CON EL PERDÓN. El punto de vista de Dios sobre el pecado

Y ahora ¿qué pensará de mi el Señor? ¿Cómo me va a mirar? ¿Cómo me tratará?
Después del pecado, después de haber roto mis relaciones de amor con Dios, es normal que afloren en el ánimo estas preguntas.
También David se las  planteó después del crimen cometido y que le fue echado en cara crudamente por Natán.
¿Serán validas las promesas de Yavé? ¿O más bien habrá sonado la hora de la venganza divina, del justo castigo?
Todo parece indicar que la segunda hipótesis es la válida.
El niño nacido de Betsabé muere. Y como si esto no bastara, Absalón, el hijo mayor, se le ha revelado, provocando una división en el reino.
En esta situación, después de lo que ha hecho ¿podrá contar David todavía con la ayuda divina? ¿O no es el mismo Dios quien le persigue para castigarlo? ¿David a perdido de verdad todo?

La respuesta se la van a dar los acontecimientos.
David sabrá lo que Dios piensa de él.

Se está combatiendo la batalla decisiva. El rey ha encomendado a sus más leales respetar la vida del hijo, en caso de que sea hecho prisionero. Pero el mismo comandante Joab "tomó tres dardos en la mano y los clavó en el corazón de Absalón que había quedado colgado entre el cielo y la tierra trabado en la rama de una encina.
Dos mensajeros corren  a anunciar al rey la victoria. Pero la preocupación de David está muy lejos de este anuncio:
¿Está bien el joven Absalón?
El primer mensajero intuyó el drama del padre y evita, con mucha delicadeza responder a aquella respuesta embarazosa: "..... yo... vi un gran tumulto, pero.... no sé qué era....."
El segundo, sin embargo, que es un bruto mercenario etíope,  le espeta despiadadamente la verdad: "Que suceda, como a ese joven, a todos los enemigos de mi señor el rey..."Entonces el rey se estremeció, subió a la estancia y rompió a llorar. Decía entre sollozos: ¡Hijo mío Absalón; hijo mío, hijo mío" (2 Sam 19, 1).
En ese momento David descubre la respuesta de Dios a su  pregunta angustiosa.
"No se trata ni de cólera ni de venganza. En realidad, más allá del descorazonamiento y del miedo frente a lo que ha sido la perversidad del hijo, reencuentra en sí mismo algo más profundo: un poder creador de bondad y misericordia, de sentimientos de  infinito afecto".
Dios quiere la vida. Él, que es padre, que es amor infinito, ciertamente me ha perdonado, ha borrado en su corazón mi vergonzosa infidelidad.
David decía: "Quien me diera haber muerto en tu lugar...". Lo que David no puede hacer, Dios lo hará en la persona de su hijo.
Morirá en ves de morir nosotros. Para darnos la vida.
Extracto: El Acoso de Dios. Alessandro Pronzato. 1º Miércoles de Cuaresma.

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