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lunes, 21 de octubre de 2013

DIOS DERROTÓ A MI PADRE

Poder de la oración
El logro de una madre
Pbro. José Martínez Colín
 
 
 
1) Para saber
 
Un gran don que se recibe al ser bautizados, es la gracia y, con ella, el ser hijos de Dios. Pero, ¿cómo comportarnos como hijos de Dios? El modelo a seguir es precisamente el Hijo de Dios. San Pablo nos invita a tener los mismos sentimientos de Cristo. Seremos mejores hijos de Dios en la medida en nos parecemos a Jesucristo, en especial en su amor.
Ese amor de Jesús lo lleva querer salvar a todas las personas y para ayudarles fundó la Iglesia dotándola de todos los medios para la salvación. Por ello el cristiano tendría que desear que todos participen de los bienes de la Iglesia. Podríamos preguntarnos cómo es nuestro afán por la salvación de los demás.
 
2) Para pensar
 
Un ejemplo reciente es el que nos da una mujer vietnamita, católica, cuyo marido no solo no era católico sino que odiaba a la Iglesia.
El hijo de ambos, llamado Hung Phuoc Lam, cuenta su experiencia. Su madre lo bautizó en la Iglesia católica, pero su vida de fe no fue fácil: “Mi padre era muy severo y prohibía a mi madre y a mí ir a la Iglesia. Odiaba el catolicismo por el trato que había recibido en un par de ocasiones por curas y religiosas… Desde entonces se llenó de prejuicios contra los sacerdotes y contra la Iglesia”.
Pero madre e hijo no dejaron de orar durante tantos años. Él mismo recuerda: “Yo seguí confiando en Dios. Rezaba. Le rogaba que cambiara el corazón de mi padre costara lo que costara. No excluí mi propia llamada, porque con Dios todo es posible”.
El Señor no tardó en responder: “Dios me llamó al sacerdocio en la orden dominica. Tenía 26 años y mi padre no aceptó la vocación”.
Su padre estaba furioso y le decía: “¡Te prohibía ser católico y ahora quieres ser sacerdote!”. De hecho casi le abandonó.
Pero el Señor comenzaba a actuar en su padre. Gradualmente fue desapareciendo su prejuicio contra la Iglesia. Antes de su ordenación le pidió a su padre que dejara a su madre ir a la Iglesia. Aceptó y su madre era la mujer más feliz en la faz de la tierra. “Fue una alegría el día de mi ordenación, pues la paz regresó a mi familia”.
El padre de Hung reconoció: “He sido derrotado por Dios; no le puedo arrebatar a mi hijo. Mi hijo es sacerdote”.
Y el Señor seguía actuando. Cuatro años después de hacerse sacerdote ocurrió un hecho maravilloso: “Mi padre expresó el deseo de ser cristiano”. Fue el hijo el que bautizó a su padre en 2006. El que le dio la vida material era ahora el hijo espiritual: “Bauticé a mucha gente, pero jamás olvidaré el momento en que bauticé a mi padre”.
Afirma este fraile dominico que “Dios derrotó a mi padre… esto fue obra de Dios y todo es para su gloria. Me dio mucho más de lo que yo le pedí en 20 años de oración. Él, con su poder, hace milagros en cosas normales”.
Está convencido de que su vocación sacerdotal y la conversión de su padre es obra de Dios y también por la intercesión de los mártires, pues Vietnam es una tierra regada por la sangre de muchos mártires que dieron su vida por el anuncio del Evangelio.
 
3) Para vivir
 
En 1988 Juan Pablo II proclamó santos a un total de 117 mártires vietnamitas. Aquellos mártires no murieron en vano, además de ganarse el Cielo, su sangre sigue dando frutos en la Iglesia. Su sacrificio fue su oración para Dios.
La oración siempre tiene fruto, no dejemos nunca de acudir a Dios a través de ella.

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