Cuando llega el Adviento, me siento responsable de la esperanza; de la paz entre mis hermanos y de olvidar ofensas.
Cuando llega el Adviento, me siento invitado a abreviar los espacios y llenar de humanidad mi trato y mi palabra; a demostrar el amor y revalorar la amistad.
Cuando llega el Adviento, siento la profunda necesidad de ser más libre y recorrer la senda de la austeridad.
Cuando llega el Adviento, lo quiero celebrar sin prisas, buscar un remanso de silencio y compartir con mis hermanos el pan del tiempo, el sabor de la palabra, el vino de la alegría, la comprensión del mensaje y ese momento sagrado de escuchar villancicos como salmos del pueblo sencillo que tiene la esperanza.
Cuando llega el Adviento, me siento constructor de un CIELO NUEVO, sin nubarrones de violencia; sembrador de una TIERRA NUEVA, libre de la cizaña de la opresión.
Cuando llega el Adviento, cómo me pesa la tristeza de los hermanos que no tienen esperanza y de aquellos que quisieran borrar la Navidad del calendario.
Cuando llega el Adviento, me siento profundamente humano, rico y pobre, bueno y vacío, capaz y necesitado, satisfecho y limitado, dispuesto a dar y urgido de recibir, maduro e infantil.
Y así cuando se acerca la Navidad yo quiero ser Adviento para ustedes mis hermanos.
Alegría y Paz en el Señor.
Pbro. Héctor J. Valenzuela Mendivil. Libro Mar Adentro pág. 57-58
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