Extracto de "Azul Brillante"
Soñaba, Nantama con Fray Sebastián; en todas las veces que lo escuchó hablar en su dialecto como si fuera su propio idioma, pero sobre todo en aquella tarde cuando el sol ya ponía las nubes color de rosa y las acacias de la sabana se mecían con el aire que llegaba del este… No se le había olvidado a Nantama que cuando todavía no sabían hablar como ellos les habían dicho a través del guía, que venían a contarles la historia mas maravillosa que hubieran oído.
Nantama le dijo-, ¿cuándo nos vas a contar esa historia que dijiste?......
-Pronto. Muy pronto. Pero yo he oído decir que en este pueblo los ancianos les cuentan historias a los niños, que saben muchas cosas, que les hablan de sus ancestros y sus vidas y que por eso no olvidan a los que vivieron antes… y por eso es como si siguieran en la familia. Me parece que ese es un enrome tesoro.
- Si, si- Nantama sintió una gran emoción, de que alguien le dijera lo que el sentía y no podía explicar- yo también sé historias, mi abuela me contó muchas- y cuando pienso en las historias pienso siempre en Sumune.
¿ah si? Pues me gustaría que me contaras una historia de Sumune, así también yo la conocería a ella, Y Fray Sebastián se acomodó en una piedra junto a la choza-capilla. Nantama iba a empezar a platicarle a Fray, y disfrutaba ese momento de intimidad pero los niños que en cuanto veían a Fray Sebastián acomodarse en la piedra corrían a escucharlo se sentaron a su alrededor. A Nantama ya no le gustó tener a tantos escuchas, porque como le costaba hablar, y los niños se reían, se puso nervioso. Se acercó también Fray Juan, con una sonrisa y una palmadita en la cabeza le dio ánimos para que continuara….
Bueeeno… (hacía larga la palabra igual que como lo hacía su abuela), dijo algo inseguro Nantama, y empezó: Mi abuela Sumune, me contó muchas veces esta historia, a ella le gustaba mucho y a mi también… yo era mtoto- niño, algo así como Unmele, y todos se rieron porque Unmele le hizo una cara de tonto, pues eran de la misma edad. Con más confianza, soltó la lengua y siguió…. Mi abuela Sumune, decía que cuando era niña, iba con su madre al río a lavar la ropa, igual que como hace madre y las demás madres, igual, igualito. Ella se sentía un poco enferma, sentía que su cabeza le ardía y los ojos le lloraban, su madre le dijo: siéntate junto al árbol y duerme; se sentó, pero más bien se recostó, y miraba la corriente del río que hacía remolinos y brillaba con la luz del sol, luego miraba al cielo y veía pasar las nubes blancas y brillantes que en esa época del año pasan rápidas y ligeras formando mil figuras y sombras en la tierra, me decía que no estaba segura si se había quedado dormida y soñaba o si en verdad había estado ahí aquel hombre, vestido con ropas extrañas, pero del mismo color en la piel que nosotros, que de pronto vio parado junto a ella.
Nantama miró a Fray Sebastián, pero sólo le sonrió con una gran paz que le invitaba a continuar…. Bueeeno, entonces el bwana-señor- le preguntó con una sonrisa muy amplia ¿Qué te pasa? Ella le dijo: me duele la cabeza, y siento que me arde. Vamos a ver, puso su mano sobre su frente, ¡Ay Madre mía! Pero si pareces una fogata! Se sentó frente a Sumune y le dijo ¿quieres curarte? Abuela dijo si con la cabeza, -bien veamos- abrió su morral, sacó unas yerbas, trajo agua del río en un cuenco de madera…… Un niño interrumpió a Nantama….
¡Eh oye!, ¿y las madres? ¿qué no veían al bwana?.....
Nantama le replicó, - ¿qué no te acuerdas que Sumune dijo, que no sabía si estaba soñando?......
–ah sí- y luego…..
Bueeeno, el bwana puso las yerbas en el agua y se lo dio para que bebiera, Sumune tuvo miedo, porque pensó que podía ser algo malo, como cuando los brujos embrujan, miró a bwana que seguía sonriendo y tenía una mirada tan limpia, que parecía como si el cielo se reflejara en sus ojos, casi le pareció que tenía los ojos de color azul brillante, que ya no tuvo mas miedo y lo bebió… Sumune, se acordaba que le supo tan bueno, pero tan bueno, que nunca había tomado una bebida tan buena, pero que buena estaba…. Y los niños se relamían tratando de imaginar el sabor de aquella bebida…. porque Nantama se pasaba la lengua por los labios igual que cuando Sumune le platicaba la historia…. Miró a Fray Juan y se preguntó… ¿así sería la sonrisa del bwana? Porque Juan siempre sonreía, a todas horas, parecía que siempre estaba escuchando una buena historia… Los niños le gritaron ¡y luego! ¡y luego!....
Bueeeno, entonces Sumune se recargó en el árbol y bwana se sentó frente a ella y la miró sonriendo, le dijo: descansa, yo te contaré una historia para que duermas… hizo bwana unos signos sobre su cara y su pecho que abuela no comprendió, dijo al mismo tiempo unas palabras en otro idioma: Pater, et Filius et Spiritus Sanctus….. al pronunciarlas Nantama, observó a Fray Juan que abrió mucho los ojos en dirección de Fray Sebastián, quien con un signo de la mano lo mantuvo en silencio….
Nantama contaba la historia como si fuera su abuela quien la dijera, era esa sensación que Fray le acababa de explicar y las palabras le salían de la boca antes de que las pensara…..
Sumune miraba de vez en cuando al río donde su madre y las madres lavaban la ropa, la tendían en las piedras y arbustos que quedaban vestidos de todos los colores y brillaban y ondeaban al sol como banderas.
«Banderas de victoria… victoria de la sencillez, de la unidad, del amor, de lo cotidiano que traían a este pueblo esforzado y trabajador la alegría y la paz»
Su madre la miraba también y levantaba la mano saludándola, Sumune pensaba, ¿porque madre no viene a saludar al bwana? En ese momento no sabía que sólo ella podía verlo… pero sentía que lo conocía de toda la vida, que siempre había estado con ella y con todos…..Bwana ¿me vas a contar la historia? Si, si, ya empiezo….
“En un lugar muy lejos de aquí, muy, muy al norte, donde hay otras costumbres y la gente tiene otro color, hace muchos pero muchos años, había una jovencita, un poco mas grande que tú, porque tú eres una niñita todavía,
Sumune que ya se iba sintiendo mejor, le interrumpió indignada:
¡Oh no, ya no soy tan pequeña, dentro de un año voy a escoger mume - esposo!
-¿Ah si? Y quien será tu mume?
- pues no lo sé pero será mtu mzuri – “buena persona”.
- veo que las niñitas de por aquí saben muy bien lo que hay que ver en las personas, pudiste haber dicho, escogeré al más fuerte, al mejor cazador, al más rico, al mas guapo… pero quieres escoger a una buena persona. Dios te lo concederá.
-¿Quién? ¿Dios?
- Si, Dios, tu pueblo le llama Mabwana
- Entonces ¿es Mabwana quien nos da al mume? ¿no lo escojo yo?
- Bueno, las dos cosas. Dios te inspira buenos pensamientos, una buena inteligencia para que puedas escoger al mejor mume… Y veo que ya lo ha hecho. Porque tú quieres escoger a un mtu mzuri.
Nantama miró hacia la choza mayor, donde su abuelo hablaba con los ancianos de algo importante, lo sabía porque tomaba su bastón de un modo que denotaba su autoridad…todos acudían a él cuando necesitaban algo y siempre encontraban su apoyo.
Sin interrumpirse siguió diciendo:
Bwana entonces le contó:
…..Esa jovencita, era sencilla, dulce y hermosa. Sus padres la amaban muchísimo porque la habían tenido cuando ya eran viejos, así que ella era la alegría de su ancianidad, los amaba tanto, era tan dócil, servicial y sobre todo siempre estaba pensando en Dios y en agradarle. Una noche, o una tarde, o una madrugada, no se sabe, porque fue hace tanto tiempo, estaba la joven en oración, meditando las grandes cosas que Dios había prometido a su pueblo, cuando se acercó a ella un Ángel que se llamaba…. Mi abuela preguntó:
-¿Un qué?-
-Un Ángel, ¿no los has visto? -
-Pues no sé, no sé como son….-
-Son, bueno, parecen como personas pero son espíritu, tienen un rostro muy hermoso porque ellos siempre están viendo a Dios, su cara brilla y tienen unas grandes y hermosas alas, las usan para bajar del cielo a la tierra, cuando las abren y cierran para volar es cuando nosotros sentimos la brisa suave que nos refresca. Cuando la sentimos, es cuando queremos más a los demás y pensamos cosas buenas. Sus alas tienen el color de las nubes y los tonos del remolino en el río cuando le da el sol, tienen color de estrellas cuando salpican la noche y otros colores a veces parecidos a las flores pero más hermosos. Son mensajeros de Dios...
-Pues nunca he visto a un ángel- ¿tú si?
Si, si lo he visto y tú también lo verás…. Porque Dios nos ha dado un ángel a cada quien.
-¿Cuándo lo veré?
-Eso no te lo puedo contestar, sólo Dios y tu ángel lo saben.
Pero déjame continuar….
Pues bien, el Ángel se llamaba Gabriel…. Estaba María, así se llamaba la jovencita, de rodillas, cuando él llegó y la saludó… le dijo: Dios te salve María… llena eres de gracia… como comprenderás ella se impresionó mucho, y le preguntó por qué la saludaba así, Gabriel le dijo: Dios quiere que tú seas la madre de su Hijo, el que ha de venir, el esperado, el ansiado por tantos siglos….Pero yo no tengo esposo, dijo María…¿cómo podrá ser? ….
Ponía Nantama, tanto interés a la historia, los niños estaban tan atentos como si estuvieran viendo la escena ellos mismos….