Acabamos de llegar de la Misa de 9:00 a.m., especialmente hermosa por ser la de Pentecostés. Desde ayer, empezó a soplar un viento (intercalados los consabidos temblores de sábado, 5.3° y 4.8°seguiditos) bastante fuerte, y hoy amaneció muy, muy fresco. A la hora que inció la primera lectura sobre el relato de la llegada del Espíritu Santo a los apóstoles, el viento soplaba y retumbaba con mas fuerza, así que, hasta efectos especiales nos hacían vivir fuertemente la Palabra de Dios.
Al concluir la Misa, Fray Fernando, nos dijo que hicieramos dos filas al centro y nos impondría las manos y cada uno diríamos: "Señor, lléname de tu amor". Cuando nos tocó a nosotros, como ibamos en la misma fila y pasábamos intercalados los de una y otra, Fray Fernando le impuso las manos a Helena y yo detracito de ella dije: "Señor, lléname... y sin más me las impuso a mi también sin esperar a que pasara el de la otra fila... sentí que detuvo sus manos sobre mi cabeza un poco más que a los otros y eso me conmovió hasta sentir que iba a llorar.

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