"Hay que saber dialogar y saber recibir las verdades cuando se nos dicen, sin disgustarnos, y, sobre todo, sin conservar rencor, al haberse aclarado algún defecto o deficiencia. ¿Quién de nosotros no los tiene? Pero todos tenemos que aprender a saber dialogar. Es difícil y cuesta que se nos digan nuestras fallas. Pero, ante todo, Dios las sabe... y nosotros también, si no estamos del todo ciegos. Entonces, ¿por qué los demás no las han de ver, si tampoco están ciegos? Pero tengamos caridad para hacer una manifestación de éstas. La oración todo lo alcanza."
Carta colectiva desde Roma, el 3 de diciembre de 1971, f. 4012
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