*210* Que no cometa Señor sino faltas que no te desagrade, para mantenerme yo siempre humillada.
*211* Mi fruto ha sido amor grande a la humildad, apasionarme por la
humillación. Sé que esto no se alcanza sin una humilde oración y sin el continuo
ensayo.
*212* Una humillación; dejarla que me penetre hasta los huesos saborearme
con ella, convencerme que la merezco y ofrecerla a Dios. Alegrarme por lo que
haya desmerecido a los ojos de los demás.
*213* Si por mis infidelidades merecí que Jesús se alejara, merecí no
encontrarlo, merecí vivir en tribulación y angustia ¡Bendito seas Señor,
gracias por todo! Pero ya ven, quédate conmigo, no me dejes más, si mi corazón
vive sujeto de tu amor, mi vida será santa, será un reflejo de tu vida.
*214* Yo nada puedo Señor, una y mil veces he comprobado que soy la
fragilidad y la miseria misma. Pero si yo soy la fragilidad, tú eres el poder;
si soy la miseria, tú eres la santidad; y ¿qué no puede esperar una vil
criaturilla, si con humildad pide al Dios omnipotente y misericordioso que la
crió?
*215* Veo Dios mío que hasta aquí nada he hecho, sino ofenderte;
¡perdóname Dios mío! Yo sé que tú perdonas siempre y déjame emprender con tu
dulcísima Madre el camino de la santidad.
*216* Oh, en verdad cuánto deleite suele encontrar mi alma después de una
caída que me humilla profundamente; cuanto más me siento sumergida en ese baño
de humillación, con más deleite respira mi alma en ese ambiente de la propia abyección
y mas acreedora me siento a la sangre de Jesús, a los cuidados de mi celestial
Madre, a las ternuras de mi Padre celestial y a las luces y efusiones del Espíritu Santo.
Me encantaría comentar todas los pensamientos de Beata María Inés, sobre la Humildad. Son para leerlos y releerlos y copiarlos en nuestro interior.
ResponderEliminarEl pequeño pensamiento que acompaña al mes de agosto, cuán grande es!