*216* Oh, en verdad cuánto deleite suele encontrar mi alma después de una
caída que me humilla profundamente; cuanto más me siento sumergida en ese baño
de humillación, con más deleite respira mi alma en ese ambiente de la propia abyección
y mas acreedora me siento a la sangre de Jesús, a los cuidados de mi celestial
Madre, a las ternuras de mi Padre celestial y a las luces y efusiones del Espíritu Santo.
*217* Qué dulce, qué tranquila, qué efusiva, qué filialmente audaz y qué
humilde es mi oración, cuando mi alma ha pasado por una humillación merecida o
inmerecida.
*218* Ah Jesús mío, perdóname las faltas que he cometido contra mis
prójimos. En una contrita confesión me acusaré una vez más de todo, y te
prometo con tu gracia no hacerlo más.
*219* Estoy sí, grandemente arrepentida de todos mis pecados, porque con
ellos he causado mucho pesar a nuestro Señor. Los borraré todos con la sangre
de Jesús en el sacramento de la penitencia, y con su gracia y de la mano de
María me propongo emprender en los caminos de la santificación, una carrera de
gigante.
*220* Si a mi me fuera dado contemplar la hermosura de un alma en gracia,
moriría, porque no podría resistir mi pequeñez tanta grandeza.
En este blog encontrarán también muchos pensamientos de Madrecita Inés. Cada día uno más....
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