martes, 24 de octubre de 2017

QUIERO TERMINAR MIS DÍAS....

Quiero terminar mis días en un templo antiguo con sabor a pueblo, que guarde entre sus muros el canto de los Salmos y entre sus bóvedas la suave voz del Evangelio.

Quiero terminar mis días en un templo con paredes cubiertas por el musgo verde del silencio. Un templo construido por los brazos anónimos que en la cantera sembraron la semilla de su fe y en cada sillar perpetuaron la voz de la esperanza. Un templo sostenido más por la fe sencilla que por la fortaleza de sus muros. Un templo que no se amedrente por el paso del tiempo. Un templo que sea sacramento de la Iglesia.

Quiero terminar mis días en un templo con atrio espacioso poblado de inmensos eucaliptos. cipreses apuntando al cielo y muchas bugambilias de color del adviento, un atrio que nos lleve del ruido del mundo al lugar donde se contempla lo eterno, un atrio que mezcle la transitoriedad de la vida y la permanencia del amor. Un atrio que el sábado se llene de bullicio de los niños que vienen a vivir la doctrina: "porque de ellos es el Reino de los cielos".

Quiero terminar mis días en un templo viejo, donde haya muchos pájaros que celebran la liturgia del viento con la interminable polifonía de sus gorjeos que conserve en sus rincones el místico aroma del incienso. Con un púlpito de madera tallada que por las tardes rece el rosario.

Quiero terminar mis días en un templo que visto desde lejos profetice con sus torres la presencia de Dios en medio de los suyos, que tenga tres campanas que recen el "Angelus". Un templo que cobije a su alrededor un pueblo sencillo que viva como los pájaros del cielo y se vista como los lirios del campo.

Un templo que esconda entre sus muros las antiguas estaciones del Viacrucis rezado con los labios y vivido desde dentro, muriendo y resucitando en la Pascua continua de la vida.

Quiero terminar mis días en untemplo que sea como el compendio de la vida, con sus luces y sombras, con su alegría de fiesta patronal, con sus responsorios para despedir la existencia y llamar la certeza de lo eterno.

DEL LIBRO MAR ADENTRO. PBRO. HÉCTOR J. VALENZUELA MENDIVIL. QEPD.
PAG.97-99
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