sábado, 25 de octubre de 2014

HABÍA UN HOMBRE SABIO.............

He aprendido algo de las redes sociales: entre muchas, que se puede estar en contacto y llegar a hacer verdaderas amistades; que puedes perder el tiempo en tonterías y se te puede convertir en vicio; que puedes volverte un adulador del "me gusta" o un habitual controversista, que a todo le pone peros... pero eso no te hace "popular".... que puedes aprender mucho de lo que otros comparten.... y que puedes gozar de pequeñas o grandes alegrías si compartes las pequeñas o grandes alegrías de los otros...... etc. etc. etc.

Pero... pero.... hay veces que el blog te ayuda a expresarte mucho más plenamente y no tienes que herir a nadie, simplemente expresas tu punto de vista y te dejas herir por los demás, o simplemente pasas inadvertido porque tu blog ni siquiera lo ven....

Así que expresaré algo que me anda rondando la cabeza: Leo algunos post, "De Dios", muy bien intencionados, con muy buena redacción y una foto muy adecuada... es decir, muy convincentes y con una gran moraleja,  pero...pero.... que no me gustan. No me gustan porque le ponen palabras a Dios.... se las pone "alguien" que quiere dar un mensaje... y para que el mensaje "aguante" entonces es Dios quien lo tiene que decir.

"Había un hombre sabio que fue a ver a Dios y le preguntó:.......Oye Dios: ¿blablabla?..... Y Dios le contestó: blablablablablablablabla...... "

"Una pobre mujer que se encontraba en ....... y le pasaba esto y aquello... entonces Dios la miró y le dijo....blablablabla...."

"Refiere una antigua leyenda de un niño próximo a nacer, le dijo a Dios: blablabla... Dios le contestó...blablaba ......."

Y ese "alguien" ya dijo todo lo que quería... pero no fue él... ¡fue Dios!

Y poniendo palabras a Dios que en realidad son humanas se puede caer en un grave error, incluso en una herejía... dando una imagen mía: de mis ideas, de mis complejos, de mis ansiedades... pero atribuyéndoselas a Él  puedo llegar a distorsionar la verdadera imagen de Dios.

Cuánto cuidado tenemos que tener al leer estos "lindos" mensajitos, cuánto cuidado de no faltar a la verdad que Dios nos ha revelado ya en su Hijo, en la Escritura...... y cuánta responsabilidad a la hora de compartir los "lindos mensajitos".......


miércoles, 8 de octubre de 2014

Francisco en la Audiencia: Las divisiones entre cristianos hieren a Cristo


EL SIEMPRE ACTUAL SAN AGUSTÍN


Leer el comentario del Evangelio por : 

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 
Carta 130, a Proba sobre la oración dominical 11-12 (trad. breviario 29º martes) 


"Enséñanos a orar"

A nosotros, cuando oramos, nos son necesarias las palabras: ellas nos amonestan y nos descubren lo que debemos pedir; pero lejos de nosotros el pensar que las palabras de nuestra oración sirvan para mostrar a Dios lo que necesitamos o para forzarlo a concedérnoslo. Por tanto, al decir: Santificado sea tu nombre, nos amonestamos a nosotros mismos para que deseemos que el nombre del Señor, que siempre es santo en sí mismo, sea también tenido como santo por los hombres, es decir, que no sea nunca despreciado por ellos; lo cual, ciertamente, redunda en bien de los mismos hombres y no en bien de Dios. Y cuando añadimos: Venga a nosotros tu reino, lo que pedimos es que crezca nuestro deseo de que este reino llegue a nosotros y de que nosotros podamos reinar en él, pues el reino de Dios vendrá ciertamente, lo queramos o no. Cuando decimos: Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo, pedimos que el Señor nos otorgue la virtud de la obediencia, para que así cumplamos su voluntad como la cumplen sus ángeles en el cielo. […] 

Cuando decimos: Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, nos obligamos a pensar tanto en lo que pedimos como en lo que debemos hacer, no sea que seamos indignos de alcanzar aquello por lo que oramos. […] Cuando decimos: Líbranos del mal, recapacitamos que aún no estamos en aquel sumo bien en donde no será posible que nos sobrevenga mal alguno. Y estas últimas palabras de la oración dominical abarcan tanto, que el cristiano, sea cual fuere la tribulación en que se encuentre, tiene en esta petición su modo de gemir, su manera de llorar, las palabras con que empezar su oración, la reflexión en la cual meditar y las expresiones con que terminar dicha oración. 

Es, pues, muy conveniente valerse de estas palabras para grabar en nuestra memoria todas estas realidades. Porque todas las demás palabras que podamos decir […], no dicen otra cosa que lo que ya se contiene en la oración dominical, si hacemos la oración de modo conveniente.

miércoles 08 Octubre 2014
Miércoles de la vigésima séptima semana del tiempo ordinario

domingo, 5 de octubre de 2014

SÍNODO DE LA FAMILIA (HOMILÍA DE APERTURA)

PAPA FRANCISCO EN HOMILÍA DE INICIO DEL SÍNODO: «SÍNODOS NO SIRVEN PARA VER QUIÉN ES MEJOR, SIRVEN PARA COOPERAR CON EL PROYECTO DE AMOR DEL SEÑOR» 5 de octubre de 2014.- 

El profeta Isaías y el Evangelio de hoy usan la imagen de la viña del Señor. La viña del Señor es su «sueño», el proyecto que él cultiva con todo su amor, como un campesino cuida su viña. La vid es una planta que requiere much...os cuidados.

El «sueño» de Dios es su pueblo: Él lo ha plantado y lo cultiva con amor paciente y fiel, para que se convierta en un pueblo santo, un pueblo que dé muchos frutos buenos de justicia. 

Sin embargo, tanto en la antigua profecía como en la parábola de Jesús, este sueño de Dios queda frustrado. Isaías dice que la viña, tan amada y cuidada, en vez de uva «dio agrazones» (5,2.4); Dios «esperaba derecho, y ahí tenéis: asesinatos; esperaba justicia, y ahí tenéis: lamentos» (v. 7). En el Evangelio, en cambio, son los labradores quienes desbaratan el plan del Señor: no hacen su trabajo, sino que piensan en sus propios intereses. 

Con su parábola, Jesús se dirige a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos del pueblo, es decir, a los «sabios», a la clase dirigente. A ellos ha encomendado Dios de manera especial su «sueño», es decir, a su pueblo, para que lo cultiven, se cuiden de él, lo protejan de los animales salvajes. El cometido de los jefes del pueblo es éste: cultivar la viña con libertad, creatividad y laboriosidad. 

Pero Jesús dice que aquellos labradores se apoderaron de la viña; por su codicia y soberbia, quieren disponer de ella como quieran, quitando así a Dios la posibilidad de realizar su sueño sobre el pueblo que se ha elegido. 

La tentación de la codicia siempre está presente. También la encontramos en la gran profecía de Ezequiel sobre los pastores (cf. cap. 34), comentada por san Agustín en su célebre discurso que acabamos de leer en la Liturgia de las Horas. La codicia del dinero y del poder. Y para satisfacer esta codicia, los malos pastores cargan sobre los hombros de las personas fardos insoportables, que ellos mismos ni siquiera tocan con un dedo (cf. Mt 23,4). 

También nosotros estamos llamados en el Sínodo de los Obispos a trabajar por la viña del Señor. Las Asambleas sinodales no sirven para discutir ideas brillantes y originales, o para ver quién es más inteligente... Sirven para cultivar y guardar mejor la viña del Señor, para cooperar en su sueño, su proyecto de amor por su pueblo. En este caso, el Señor nos pide que cuidemos de la familia, que desde los orígenes es parte integral de su designio de amor por la humanidad. 

También nosotros podemos tener la tentación de «apoderarnos» de la viña, a causa de la codicia que nunca falta en nosotros, seres humanos. El sueño de Dios siempre se enfrenta con la hipocresía de algunos servidores suyos. Podemos «frustrar» el sueño de Dios si no nos dejamos guiar por el Espíritu Santo. El Espíritu nos da esa sabiduría que va más allá de la ciencia, para trabajar generosamente con verdadera libertad y humilde creatividad. 

Hermanos, para cultivar y guardar bien la viña, es preciso que nuestro corazón y nuestra mente estén custodiados en Jesucristo por la «paz de Dios, que supera todo juicio», como dice san Pablo (Flp 4,7). De este modo, nuestros pensamientos y nuestros proyectos serán conformes al sueño de Dios: formar un pueblo santo que le pertenezca y que produzca los frutos del Reino de Dios (cf. Mt 21,43).

Source:(13 TV / Radio Vaticano).
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