miércoles, 31 de octubre de 2012

UNA CARTA PASTORAL PARA SER LEÍDA MUCHAS VECES

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HAZ CLICK EN EL ENLACE, ES UNA CARTA PASTORAL PARA SER LEÍDA MUCHAS VECES. Escrita desde el corazón y en la fe, por el día de todos los Santos y los fieles difuntos. En verdad vale la pena.
Aportación de Josefina Algar

REFLEXIÓN DEL DOMINGO 31° ORDINARIO


Cortesía de Josefina Algar. Gracias amiga.

sábado, 27 de octubre de 2012

EL CONCILIO Y LOS QUE NO ENTIENDEN

Con el 50 Aniversario del Concilio Vaticano II han salido a relucir, una vez mas, esos comentarios negativos en los que condenan al Concilio, hasta he llegado a leer que la Virgen de Fátima nos adivirtió sobre lo nefasto del Concilio.....También me he dado cuenta al leer (con esfuerzo) porque en realidad me fastidia la ignorancia (culpable), de quienes escriben tales artículos. Y al decir: Ignorancia culpable me refiero a que los que hablan contra el Concilio Vaticano II, no lo han comprendido, precisamente porque no lo han leído, mucho menos estudiado.... simplemente hablan porque otros les  han dicho eso y lo repiten porque esos tales los convencieron de que el Concilio es malo.
 
Hace tiempo, me tocó escuchar una homilía a un franciscano del que guardo un gran recuerdo. Él nos decía que en sus tiempos de seminarista, tenía maestros que sostenían teorías contrarias al Concilio y era tanto lo que les decían que llegó un momento en su vida en que tomó los documentos conciliares y los tiró a la basura...... pero después de un tiempo de reflexión y de acoger la gracia de Dios, retomó esos documentos y los leyó a profundidad... fue tanta su conmoción al encontrar en la "letra" del Concilio el "Espiritu" y el don de Dios que lloró profundamente y volvió con todas sus fuerzas a la alegría de pertenecer de lleno a la Iglesia siempre ella misma y siempre nueva que podía seguir las  huellas de su Señor y ponerlas nuevamente frescas para que el pueblo de Dios no perdiera el camino.
 
El Santo Padre ahora Beato Juan Pablo II, decía a los que querían manipular los documentos conciliares: "Yo estuve ahí".... desde el primero hasta el último día.. se refería al Concilio.... como diciendo, no me interpretes los documentos.... yo participé en su elaboración... yo sé lo que dicen y sé con qué espíritu se escribieron. Su pontificado fue un servicio a esta grandísima causa y al final de su vida, en su testamento espiritual da las gracias al Pastor Eterno.
 
A 50 Años del Concilio el Santo Padre Benedicto XVI vuelve a decir:
“he insistido repetidamente en la necesidad de regresar, por así decirlo, a la «letra» del Concilio, es decir a sus textos, para encontrar en ellos su auténtico espíritu, y he repetido que la verdadera herencia del Vaticano II se encuentra en ellos. La referencia a los documentos evita caer en los extremos de nostalgias anacrónicas o de huidas hacia adelante, y permite acoger la novedad en la continuidad”.
 

jueves, 25 de octubre de 2012

MISIÓN CONTINENTAL. La historia desde dentro

La alegría serena de tu mirada al final, habitúa a tus ojos a mirar al presente de una manera nueva. El Resucitado no sólo te espera, te acompaña. Con tu tarea de evangelizador no sólo apuntas hacia el "todavía no" de la plenitud por llegar, te comprometes a realizar un "ya" que se vaya acercando progresiva y dinámicamente a la plenitud esperada. La esperanza que te alegra no es un achaque para despreocuparte de la historia que te duele. En ella tienes una nueva fuerza de compromiso de salvación. El evangelizador no es un cantor de promesas ajenas a la historia en la que vive. Educado en la "historia de la salvación" descubre que la promesa del Dios en quien cree trabaja la historia desde dentro. Y, como creyente, se sabe instrumento de realizaciones históricas -personales, sociales, políticas, económicas, laborales...- en las que la promesa comienza ya a cumplirse. Y tiene también la fuerza para oponerse a todos los frenazos y retrocesos con que los hombres sembramos la marcha de la historia hacia delante. La pobreza, la marginación, la injusticia, la violencia, las guerras... le duelen al evangelizador en lo más hondo de su esperanza. La fuerza para la lucha te viene de "la esperanza que no defrauda" y la alegría que te sostiene la aprendes de los que "esperaron contra toda esperanza", porque tenían en Dios su confianza.

jueves, 18 de octubre de 2012

ESTE DOMINGO ES DOMUND

No podemos dejar pasar este importante domingo de las misiones. Lleva a misa tu corazón bien dispuesto a la oración por los misioneros y tu bolsita lista para abrirla y apoyar a las misiones de todo el mundo. Recuerda todos en todas partes podemos y debemos ser discípulos y misioneros.


El lema “Misioneros de la fe” se sitúa en el centro de la Cruz. En ella Jesucristo entregó su vida. De ella nace el don de la fe que como gracia reciben los bautizados. Mirar la cruz suscita la súplica de los apóstoles: “Auméntanos la fe” (Lc 17,5).
Al pie de la Cruz están unas manos abiertas mostrando el mundo. Es la humanidad, diseminada por los cinco continentes, que está llamada a acercarse a la Cruz. Se pretende hacer más visible gráficamente la intrínseca unidad de la humanidad con el Redentor.
Son las manos de los misioneros, que presentan, con sus vidas, a la humanidad, para que sea bendecida con el don de la fe que brota de la Cruz salvadora.

PENSAMIENTO DE BEATA MARÍA INÉS TERESA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO

ELEVAR EL CORAZÓN A DIOS
“Con frecuencia elevarán su corazón a Dios, ya sea interiormente, ya en voz alta, para que los demás recuerden que Dios los ve, los ama y los cuida”.
Circular N° 3 del 8 de septiembre de 1955, f. 5508.

lunes, 15 de octubre de 2012

MI DOMINGO. De fiesta

Mi domingo ya pasó.... porque estamos en lunes.... pero fue lindo... otraaaaa vez pudimos ir a Misa todos juntos.... la mañana fresca, la oración en la mente, en el corazón y en la boca, ¡qué distinta es la oración personal a la comunitaria! ¡qué fuerza se siente al decir las oraciones litúrgicas en comunión con los otros! y además mi reflexión me llevó a pensar en esa oración que en la Iglesia entera se repite en los corazones de todos los católicos, todos escuchamos, en cualquier lugar del mundo, el Evangelio del hombre rico, todos cantamos el Gloria,muchos nos hincamos en la Consagración.... (algunos no porque no pueden doblar las rodillas) pero todos adoramos a Cristo presente en el pan y en el vino, todos rezamos el Padrenuestro.... muchos recibimos a Jesús en la Eucaristía y tuvimos un diálogo en el amor, eso es fiesta, ya lo dije y lo vuelvo a repetir, la Iglesia Católica es fiesta. Doblemente se respira el aire de fiesta porque estamos en el Año de la Fe.
 
Pero también pensé en aquellos católicos alejados que se pierden de la gracia de Dios, en aquellos hermanos separados que cada uno en sus comunidades reza y canta lo que se le ocurrió al pastor ese día.... en todos aquellos que viven su religiosidad en aislamiento..... y pensé que Dios también está cerca de ellos, que los ama muchísimo y los llama de modos que solo Él conoce.
 
Además ayer fue el 40 aniversario sacerdotal de P. Juan Carlos Valencia, quien fue nuestro párroco por casi 20 años y sigue siendo nuestro amigo y consejero espiritual.  Tuvo su misa acompañado por unos 15 sacerdotes amigos, recibió una carta hermosísima del Arzobispo de Sonora Don José Ulises Macías, que fue leída a todos los fieles. Luego una cena para celebrar este acontecimiento. Yo no fui pero mi esposo sí, cuando regresó me hizo la reseña completa de todo lo sucedido y me alegré como si yo misma hubiera estado ahí. Además de que con un granito de arena cooperé pues me tocó prepararle su video de homenaje.

Ah! y se me pasaba decir que el sábado fue mi cumpleaños y me la pasé super padre.. muy felicitada y agasajada.... Gracias Dios mío por la vida, por los 62 años de vida que me has regalado, gracias por todos los beneficios recibidos de tu generosidad y tu amor a través de todos los que en mi vida me han acompañado.
 
Hoy tengo cita en el IMSSS por la tarde, me revisarán una vez más.... espero que me pongan palomita y no tacha.×

jueves, 11 de octubre de 2012

HOMILÍA DE APERTURA DEL AÑO DE LA FE

Venerables hermanos,

queridos hermanos y hermanas

Hoy, con gran alegría, a los 50 años de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II, damos inicio al Año de la fe. Me complace saludar a todos, en particular a Su Santidad Bartolomé I, Patriarca de Constantinopla, y a Su Gracia Rowan Williams, Arzobispo de Canterbury. Un saludo especial a los Patriarcas y a los Arzobispos Mayores de las Iglesias Católicas Orientales, y a los Presidentes de las Conferencias Episcopales. Para rememorar el Concilio, en el que algunos de los aquí presentes – a los que saludo con particular afecto – hemos tenido la gracia de vivir en primera persona, esta celebración se ha enriquecido con algunos signos específicos: la procesión de entrada, que ha querido recordar la que de modo memorable hicieron los Padres conciliares cuando ingresaron solemnemente en esta Basílica; la entronización del Evangeliario, copia del que se utilizó durante el Concilio; y la entrega de los siete mensajes finales del Concilio y del Catecismo de la Iglesia Católica, que haré al final, antes de la bendición. Estos signos no son meros recordatorios, sino que nos ofrecen también la perspectiva para ir más allá de la conmemoración. Nos invitan a entrar más profundamente en el movimiento espiritual que ha caracterizado el Vaticano II, para hacerlo nuestro y realizarlo en su verdadero sentido. Y este sentido ha sido y sigue siendo la fe en Cristo, la fe apostólica, animada por el impulso interior de comunicar a Cristo a todos y a cada uno de los hombres durante la peregrinación de la Iglesia por los caminos de la historia.

El Año de la fe que hoy inauguramos está vinculado coherentemente con todo el camino de la Iglesia en los últimos 50 años: desde el Concilio, mediante el magisterio del siervo de Dios Pablo VI, que convocó un «Año de la fe» en 1967, hasta el Gran Jubileo del 2000, con el que el beato Juan Pablo II propuso de nuevo a toda la humanidad a Jesucristo como único Salvador, ayer, hoy y siempre. Estos dos Pontífices, Pablo VI y Juan Pablo II, convergieron profunda y plenamente en poner a Cristo como centro del cosmos y de la historia, y en el anhelo apostólico de anunciarlo al mundo. Jesús es el centro de la fe cristiana. El cristiano cree en Dios por medio de Jesucristo, que ha revelado su rostro. Él es el cumplimiento de las Escrituras y su intérprete definitivo. Jesucristo no es solamente el objeto de la fe, sino, como dice la carta a los Hebreos, «el que inició y completa nuestra fe» (12,2).


El evangelio de hoy nos dice que Jesucristo, consagrado por el Padre en el Espíritu Santo, es el verdadero y perenne protagonista de la evangelización: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres» (Lc 4,18). Esta misión de Cristo, este dinamismo suyo continúa en el espacio y en el tiempo, atraviesa los siglos y los continentes. Es un movimiento que parte del Padre y, con la fuerza del Espíritu, lleva la buena noticia a los pobres en sentido material y espiritual. La Iglesia es el instrumento principal y necesario de esta obra de Cristo, porque está unida a Él como el cuerpo a la cabeza. «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20,21). Así dice el Resucitado a los discípulos, y soplando sobre ellos, añade: «Recibid el Espíritu Santo» (v. 22). Dios por medio de Jesucristo es el principal artífice de la evangelización del mundo; pero Cristo mismo ha querido transmitir a la Iglesia su misión, y lo ha hecho y lo sigue haciendo hasta el final de los tiempos infundiendo el Espíritu Santo en los discípulos, aquel mismo Espíritu que se posó sobre él y permaneció en él durante toda su vida terrena, dándole la fuerza de «proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista»; de «poner en libertad a los oprimidos» y de «proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18-19).

El Concilio Vaticano II no ha querido incluir el tema de la fe en un documento específico. Y, sin embargo, estuvo completamente animado por la conciencia y el deseo, por así decir, de adentrase nuevamente en el misterio cristiano, para proponerlo de nuevo eficazmente al hombre contemporáneo. A este respecto se expresaba así, dos años después de la conclusión de la asamblea conciliar, el siervo de Dios Pablo VI: «Queremos hacer notar que, si el Concilio no habla expresamente de la fe, habla de ella en cada página, al reconocer su carácter vital y sobrenatural, la supone íntegra y con fuerza, y construye sobre ella sus enseñanzas. Bastaría recordar [algunas] afirmaciones conciliares… para darse cuenta de la importancia esencial que el Concilio, en sintonía con la tradición doctrinal de la Iglesia, atribuye a la fe, a la verdadera fe, a aquella que tiene como fuente a Cristo y por canal el magisterio de la Iglesia» (Audiencia general, 8 marzo 1967). Así decía Pablo VI.

Pero debemos ahora remontarnos a aquel que convocó el Concilio Vaticano II y lo inauguró: el beato Juan XXIII. En el discurso de apertura, presentó el fin principal del Concilio en estos términos: «El supremo interés del Concilio Ecuménico es que el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado de forma cada vez más eficaz… La tarea principal de este Concilio no es, por lo tanto, la discusión de este o aquel tema de la doctrina… Para eso no era necesario un Concilio... Es preciso que esta doctrina verdadera e inmutable, que ha de ser fielmente respetada, se profundice y presente según las exigencias de nuestro tiempo» (AAS 54 [1962], 790. 791-792).

A la luz de estas palabras, se comprende lo que yo mismo tuve entonces ocasión de experimentar: durante el Concilio había una emocionante tensión con relación a la tarea común de hacer resplandecer la verdad y la belleza de la fe en nuestro tiempo, sin sacrificarla a las exigencias del presente ni encadenarla al pasado: en la fe resuena el presente eterno de Dios que trasciende el tiempo y que, sin embargo, solamente puede ser acogido por nosotros en el hoy irrepetible. Por esto mismo considero que lo más importante, especialmente en una efeméride tan significativa como la actual, es que se reavive en toda la Iglesia aquella tensión positiva, aquel anhelo de volver a anunciar a Cristo al hombre contemporáneo. Pero, con el fin de que este impulso interior a la nueva evangelización no se quede solamente en un ideal, ni caiga en la confusión, es necesario que ella se apoye en una base concreta y precisa, que son los documentos del Concilio Vaticano II, en los cuales ha encontrado su expresión. Por esto, he insistido repetidamente en la necesidad de regresar, por así decirlo, a la «letra» del Concilio, es decir a sus textos, para encontrar también en ellos su auténtico espíritu, y he repetido que la verdadera herencia del Vaticano II se encuentra en ellos. La referencia a los documentos evita caer en los extremos de nostalgias anacrónicas o de huidas hacia adelante, y permite acoger la novedad en la continuidad. El Concilio no ha propuesto nada nuevo en materia de fe, ni ha querido sustituir lo que era antiguo. Más bien, se ha preocupado para que dicha fe siga viviéndose hoy, para que continúe siendo una fe viva en un mundo en transformación.

Si sintonizamos con el planteamiento auténtico que el beato Juan XXIII quiso dar al Vaticano II, podremos actualizarlo durante este Año de la fe, dentro del único camino de la Iglesia que desea continuamente profundizar en el depisito de la fe que Cristo le ha confiado. Los Padres conciliares querían volver a presentar la fe de modo eficaz; y sí se abrieron con confianza al diálogo con el mundo moderno era porque estaban seguros de su fe, de la roca firme sobre la que se apoyaban. En cambio, en los años sucesivos, muchos aceptaron sin discernimiento la mentalidad dominante, poniendo en discusión las bases mismas del depositum fidei, que desgraciadamente ya no sentían como propias en su verdad.

Si hoy la Iglesia propone un nuevo Año de la fe y la nueva evangelización, no es para conmemorar una efeméride, sino porque hay necesidad, todavía más que hace 50 años. Y la respuesta que hay que dar a esta necesidad es la misma que quisieron dar los Papas y los Padres del Concilio, y que está contenida en sus documentos. También la iniciativa de crear un Consejo Pontificio destinado a la promoción de la nueva evangelización, al que agradezco su especial dedicación con vistas al Año de la fe, se inserta en esta perspectiva. En estos decenios ha aumentado la «desertificación» espiritual. Si ya en tiempos del Concilio se podía saber, por algunas trágicas páginas de la historia, lo que podía significar una vida, un mundo sin Dios, ahora lamentablemente lo vemos cada día a nuestro alrededor. Se ha difundido el vacío. Pero precisamente a partir de la experiencia de este desierto, de este vacío, es como podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia vital para nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se vuelve a descubrir el valor de lo que es esencial para vivir; así, en el mundo contemporáneo, son muchos los signos de la sed de Dios, del sentido último de la vida, a menudo manifestados de forma implícita o negativa. Y en el desierto se necesitan sobre todo personas de fe que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra prometida y de esta forma mantengan viva la esperanza. La fe vivida abre el corazón a la Gracia de Dios que libera del pesimismo. Hoy más que nunca evangelizar quiere decir dar testimonio de una vida nueva, trasformada por Dios, y así indicar el camino. La primera lectura nos ha hablado de la sabiduría del viajero (cf. Sir 34,9-13): el viaje es metáfora de la vida, y el viajero sabio es aquel que ha aprendido el arte de vivir y lo comparte con los hermanos, como sucede con los peregrinos a lo largo del Camino de Santiago, o en otros caminos, que no por casualidad se han multiplicado en estos años. ¿Por qué tantas personas sienten hoy la necesidad de hacer estos caminos? ¿No es quizás porque en ellos encuentran, o al menos intuyen, el sentido de nuestro estar en el mundo? Así podemos representar este Año de la fe: como una peregrinación en los desiertos del mundo contemporáneo, llevando consigo solamente lo que es esencial: ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni dos túnicas, como dice el Señor a los apóstoles al enviarlos a la misión (cf. Lc 9,3), sino el evangelio y la fe de la Iglesia, de los que el Concilio Ecuménico Vaticano II son una luminosa expresión, como lo es también el Catecismo de la Iglesia Católica, publicado hace 20 años.

Venerados y queridos hermanos, el 11 de octubre de 1962 se celebraba la fiesta de María Santísima, Madre de Dios. Le confiamos a ella el Año de la fe, como lo hice hace una semana, peregrinando a Loreto. La Virgen María brille siempre como estrella en el camino de la nueva evangelización. Que ella nos ayude a poner en práctica la exhortación del apóstol Pablo: «La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente… Todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él» (Col 3,16-17). Amén

domingo, 7 de octubre de 2012

MI DOMINGO. Fiesta y alegría

 Nos levantamos muy temprano, nos bañamos, desayunamos y..........NOS FUIMOS TODOS JUNTOS A MISA DE 9. Helena estuvo muy bien portada, los que nos conocen nos dieron la bienvenida con mucho cariño.... y como todo en San Francisco es fiesta, pues doblemente  nos sentimos de fiesta.... el fray que dijo la misa era uno que no conocemos pero dijo muy hermosa la misa..... Habló precioso del matrimonio y de la familia. Había dos matrimonios que era su aniversario de bodas unos cumplían 23 años, los otros 13 años de matrimonio. Los  hizo pasar al frente y les dijo una oración, dijo el fray que también pasaran los hijos.... fue muy bonito porque de los que cumplían 23 años los hijos salieron del coro de jóvenes para reunirse con sus papás... toda la familia traía playeras rojas.... los que cumplieron trece ellos son de la Legión de María, y él estaba de monitor y ella leyó una de las lecturas, así que muy bello el asunto. También los hizo pasar junto al altar y les dio la comunión en las dos especies.

Antes de la bendición final nos  hizo pasar a todos los matrimonios para darnos una bendición especial, repetimos con él una oración y nos roció con agua bendita....¡¡¡¡Qué bienvenida nos dio el Señor!!!!!!... Al salir de misa repartimos calendaritos del año de la fe... todo lindo... también como se sigue celebrando, hoy culminó, con la Virgen del Rosario, el docenario a San Francisco con una kermesse... y por supuesto, saludando gente, Helena encantada, repartiendo besos por doquier... y nos compramos unos ricos tamales para almorzar... pero ya no quisimos abusar de nuestra suerte y nos los trajimos a la casa.(bastante picosos los tamalitos) ya me tomé todos mis medicamentos.
 
Para completar la alegría, el Santo Padre abre hoy el Sínodo de Obispos y para el jueves ya estaremos entrando en el Año de la Fe. ¡Qué hermosa es la Iglesia que es siempre ella misma, siempre se renueva y siempre está de fieta!

viernes, 5 de octubre de 2012

AÑO DE LA FE. EMPIEZAN LOS REGALOS

VATICANO, 05 Oct. 12 / 09:52 am (ACI/EWTN Noticias).- El Papa Benedicto XVI ha decidido conceder a los fieles la indulgencia plenaria con motivo del Año de la Fe que se podrá obtener desde el día de su inicio, 11 de octubre de 2012, hasta el mismo día de su clausura, el 24 de noviembre de 2013.
Así lo estipula el decreto dado a conocer hoy que está firmado por el Cardenal Manuel Monteiro de Castro y por el Obispo Krzysztof Nykiel, respectivamente Penitenciario Mayor y Regente de la Penitenciaría Apostólica.
El texto señala que durante todo el arco del Año de la Fe, obtendrán la indulgencia plenaria "de la pena temporal por los propios pecados impartida por la misericordia de Dios, aplicable en sufragio de las almas de los fieles difuntos, todos los fieles verdaderamente arrepentidos, debidamente confesados, que hayan comulgado sacramentalmente y que recen según las oraciones del pontífice".
Lo podrán hacer en cualquier de los siguientes cuatro casos:
- Cada vez que participen al menos en tres momentos de predicación durante las Sagradas Misiones, o al menos, en tres lecciones sobre los Actos del Concilio Vaticano II y sobre los artículos del Catecismo de la Iglesia en cualquier iglesia o lugar idóneo.
- Cada vez que visiten en peregrinación una basílica papal, una catacumba cristiana o un lugar sagrado designado por el Ordinario del lugar para el Año de la Fe (por ejemplo basílicas menores, santuarios marianos o de los apóstoles y patronos) y participen en una ceremonia sacra o, al menos, se recojan durante un tiempo en meditación y concluyan con el rezo del Padre nuestro, la Profesión de fe en cualquier forma legítima (el Credo), las invocaciones a la Virgen María y, según el caso, a los santos apóstoles o patronos.
- Cada vez que en los días determinados por el Ordinario (Obispo) del lugar para el Año de la Fe, participen en cualquier lugar sagrado en una solemne celebración eucarística o en la liturgia de las horas, añadiendo la Profesión de fe en cualquier forma legítima.
- Un día, elegido libremente, durante el Año de la Fe, para visitar el baptisterio o cualquier otro lugar donde recibieron el sacramento del Bautismo, si renuevan las promesas bautismales de cualquier forma legítima.
El decreto explica que el Papa ha decidido establecer el Año de la Fe y conceder la indulgencia plenaria en ocasión del 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. Este año estará "particularmente dedicado a la profesión de la fe verdadera y a su recta interpretación, con la lectura o, mejor, la piadosa meditación de los Actos del Concilio y de los artículos del Catecismo de la Iglesia Católica".
Explica además que "ya que se trata, ante todo, de desarrollar en grado sumo –por cuanto sea posible en esta tierra– la santidad de vida y de obtener, por lo tanto, en el grado más alto la pureza del alma, será muy útil el gran don de las indulgencias que la Iglesia, en virtud del poder conferido de Cristo, ofrece a cuantos que, con las debidas disposiciones, cumplen las prescripciones especiales para conseguirlas".
El decreto de la Penitenciaría Apostólica señala también que los obispos diocesanos o eparquiales y los que están equiparados a ellos por derecho, en los días oportunos o con ocasión de las celebraciones principales, podrán impartir la Bendición Papal con la Indulgencia plenaria a los fieles.
El documento concluye recordando que los fieles que "por enfermedad o justa causa" no puedan salir de casa o del lugar donde se encuentren, también podrán obtener la indulgencia plenaria.
Para ello deberán estar "unidos con el espíritu y el pensamiento a los fieles presentes, particularmente cuando las palabras del Sumo Pontífice o de los obispos diocesanos se transmitan por radio o televisión, (y) recen, allí donde se encuentren, el Padre nuestro, la Profesión de fe en cualquier forma legítima y otras oraciones conformes a la finalidad del Año de la Fe ofreciendo sus sufrimientos o los problemas de su vida".

miércoles, 3 de octubre de 2012

AÑO DE LA FE EN REPÚBLICA DOMINICANA

Jorge Amadís nos hace llegar desde su hermosa Isla, las iniciativas para que, principalmente los jóvenes vivan con entusiasmo el Año de la Fe que está por comenzar.
Año de fe dedicada a los jóvenes
Queridos hermanos, es posible que hayan escuchado hablar sobre el año de la fe que el Santo padre quiere iniciar en toda la santa madre iglesia Católica, la cual tendrá lugar el 11 de este mes y culminará el 24 de noviembre de 2013, en la Solemnidad de Cristo Rey del Universo.
Recalco que el Sumo pontífice busca lograr en todos sus fieles, una renovación de aquellos compromisos que hacen que el hombre tenga un acercamiento con Dios y que de la misma manera se empeñen en proclamar su evangelio por todas las naciones.
Es por dicha razón que en la República Dominicana, principalmente en Piedra Blanca (monseñor Nouel) se está concientizando a los jóvenes, para que puedan vivir este año como lo manda el santo padre. La mayor atención está puesta en ellos ya que son los que están más tibios en la fe.
Para esto se están llevando a cabo actividades recreativas, las cuales puedan atraerlos a la iglesia y así orientarlos mejor sobre la importancia del servicio a Dios y a los demás. También se está tratando en que ellos vivan mejor la celebración Eucarística, ya que muchos asisten a misa, pero se quedan fuera de la iglesia.
Aunque el reto es grande, pero para Dios no hay nada imposible. El objetivo es hacer que los fieles, en especial los jóvenes, puedan renovar su bautismo y los compromisos que una vez dejaron de asumir. Es hora de que encendamos esa llama que Dios encendió en nuestros corazones por medio del bautismo.
Pidamos a Dios que estos objetivos puedan cumplirse, ya que están orientados para nuestro bien y para honra de su nombre. Oremos para que esto sea posible. Que Dios les bendiga.

lunes, 1 de octubre de 2012

DIVINA PROVIDENCIA

Hoy es día de la Divina Providencia.
"Confiad a lo más secreto de la Providencia divina las molestias que encontréis y creed firmemente que Dios os conducirá con dulzura, por lo que hace a vuestra vida y a vuestros asuntos.". San Francisco de Sales

"Cuando nos falta toda humana asistencia, entonces debemos esperar más de la asistencia de Dios." San Ambrosio

"Ni aún por las cosas necesarias debemos inquietamos, ni confiar en ellas cuando las tenemos: cada uno debe dejar este cuidado a la divina Providencia." San Basilio

"En la oración hay un obstáculo que consiste en pensar que la Providencia de Dios no se ocupa de las cosas de este mundo." Santo Tomás

AVE MARÍA


Cortesía de mi amiga Irapuato
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