Que estés entre la gente no es el punto de llegada; se trata de un punto de partida. Pero si no estás dentro, no podrás entender tu tarea como acompañamiento. Imagínate que ya has llegado a la meta; y te instalas en ella, pidiendo a la gente que se anime. ¿Sabes lo que pasa? Que no te has hecho compañero de camino. Desde luego que debes tener claras las metas; de lo contrario, ¿cómo podrías ser guía de caminantes? Si no hay meta, tampoco hay camino. Pero buen guía es no sólo quien conoce las metas, sino el que es también experto en los caminos. No es buen guía aquel a quien le importan sólo los que llegan y no se siente solidario con quienes, a duras penas, tienen fuerza para caminar. Sé acompañante de la búsqueda de todos, con la sencillez del caminante. La seguridad de la meta no resta realismo a tu propio caminar. Jesús es el camino. Pero no será tu camino ni el camino de los demás si no aciertas a descubrir la meta y a proponerla a los demás como posible y deseable. Conocer la meta es imprescindible para no andar en tinieblas, incluso cuando el camino se hace duro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bienvenido(a) a expresar tu opinión. Gracias por tu comentario. Dios te bendiga