Yo quisiera, Señor,
en mi demencia
hablarte con acentos
de ternura.
Yo quisiera vestido
de blancura
caminar por la senda
de inocencia.
Yo quisiera arrancar
la mala hiedra
que encadena mi vida
y la perturba.
Yo quisiera en un arranque
de locura
calcinar el egoísmo
de mis venas
y sembrar en todas
mis arterias
la semilla de tu amor
y tu dulzura.
Pbro. Héctor J. Valenzuela Mendivil. Mar Adentro. Pág. 11
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