Habrás descubierto ya en tu experiencia creyente que Dios no
es competidor ni celoso de todo lo grande, noble y hermoso que habita dentro de
ti. No anuncies nunca el misterio de Dios y de su salvación en competencia con
las nobles aspiraciones del corazón del hombre. Cuando Dios lo creó, hombre y
mujer, "vio que era muy bueno". Y cuando lo re-crea, en Cristo Jesús, quiere que
aflore de nuevo, multiplicada, aquella bondad y belleza original. Los caminos de
Dios nos llevan a Él, haciendo que nos encontremos definitivamente con nosotros
mismos. Son las dos laderas de un mismo y único camino. Coger otros atajos (eso
es el pecado) significa no sólo desviarse del camino hacia Dios, sino errar de
camino para alcanzar nuestra meta de hombres y mujeres. Cuando vives y presentas
las exigencias del Reino y del seguimiento de Jesús no ofreces los mandatos de
un Dios "caprichoso" que estuviera ahí para fastidiar y entristecer al hombre
con sus prohibiciones. Anuncias la voluntad de un Dios, cuyas delicias es estar
con los hijos de los hombres "para que tengan vida y la tengan en abundancia".
No te vaya a pasar lo que a aquel que se quejaba de que Dios quisiera salvar a
todos, incluso a los pecadores, porque no eran maneras de recompensar el
"fastidio" que a él le había supuesto el esfuerzo por mantenerse fiel a sus
mandatos
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