DE LA PUERTA DE LA FE A LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
OBSSERVATORE ROMANO 9 de Septiembre de 2012
Entrevista a monseñor Fortunato Frezza. GIANLUCA BICCINI
El concilio Vaticano II y el
Catecismo de la Iglesia católica son «dos libros para la fe hoy». Es la sugestiva
imagen elegida por monseñor Fortunato Frezza, subsecretario del Sínodo de los
obispos, para hablar de los trabajos sinodales que se iniciarán el próximo día
7 de octubre. En esta entrevista, el prelado los define «dos tablas para el
anuncio del Evangelio en el mundo contemporáneo», sugiriendo una relectura de
la carta apostólica «Porta fidei» —con la que Benedicto XVI convocó el Año de
la fe— como «un método eficaz de trabajo» para la asamblea sinodal.
En su opinión, ¿existe relación entre la carta apostólica «Porta fidei»
y el próximo Sínodo?
La fe es el elemento común entre
el tema sinodal y el del documento del Papa. Los une en una relación sólida,
pues «Puerta de la fe» tiene un doble significado, según se considere la fe:
como medio o como fin. En el primer caso es una puerta que conduce a Dios; en
el segundo, supone anteriormente
la puerta que lleva a la fe misma. Las primeras palabras de la carta apostólica,
por lo demás, aclaran exactamente ese doble valor: la comunión con Dios y la
Palabra de Dios son los elementos que nos indican este doble significado.
¿En qué sentido?
En el sentido de que la fe introduce en la comunión con
Dios y la Palabra de Dios introduce en la fe. Y este punto de conexión entre el
Sínodo y el documento de Benedicto XVI vale también para el concilio Vaticano
II y el Catecismo de la Iglesia católica, como actos de la vida de la Iglesia
que han dado a la fe un punto determinado de luz y de fuerza. Por consiguiente,
si la fe es la puerta que conduce a Dios, la Palabra de Dios es la puerta que
conduce a la fe.
¿Qué medios tiene la
Iglesia hoy para que el Evangelio se convierta efectivamente en la puerta de la
fe en el mundo?
Yo diría que el concilio VaticanoII y el Catecismo de la
Iglesia católica, que
constituye el tratado de teología católica más autorizado publicado después del
Concilio. La feliz coincidencia de los dos aniversarios anunciados por
Benedicto XVI en la carta apostólica —el quincuagésimo del Concilio y el
vigésimo del Catecismo—permite captar el alcance real de estos dos cuerpos
doctrinales.
Se habla mucho de nueva
evangelización.¿Cómo la definiría?
En la carta apostólica Porta el Papa emplea sólo dos veces este
término de modo explícito, mientras que insiste en la fe como gracia y tarea, y en el Año de la fe como tiempo
de reflexión especial y redescubrimiento de la fe. Por eso, también hoy es
necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva
evangelización.
¿Cómo se accede hoy a la
fe?
Siempre a través del Evangelio. En la inmensa cantidad de
mensajes y comportamientos, que se suceden con una rapidez impresionante,
parece que la cultura de la novedad es la única clave de interpretación. En el
actual mundo globalizado hay que salvar a la fe del peligro de la decadencia
diaria, causada por el torbellino autodestructor de la novedad. En este sentido
la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana es el programa
de la vida de la Iglesia para interpretar la misión de los discípulos del
Señor.
¿Cómo hacerlo en nuestro
tiempo?
La novedad de la evangelización podría consistir también
en sugerir al hombre de hoy, con su lenguaje, el valor del culto de cosas no
efímeras, de cosas que tengan una larga duración, de las que hablan también los
historiadores laicos. La misma crisis actual de la economía global parece no
excluir este fondo de búsqueda de estabilidad, de honestidad, es decir, de
verdad de rostro perenne.
Durante el gran jubileo del año 2000 «L’Osservatore
Romano» recogió un pensamiento del cardenal Joseph Ratzinger: «La nueva
evangelización debe actuar como el grano de mostaza y no ha de pretender que surja
inmediatamente el gran árbol. [...] Ciertamente, debemos usar de modo
razonable los métodos modernos para lograr que se nos escuche; o, mejor, para
hacer accesible y comprensible la voz del Señor. No buscamos que se nos escuche
a nosotros; no queremos aumentar el poder y la extensión de nuestras
instituciones; lo que queremos es servir al bien de las personas y de la
humanidad, dando espacio a Aquel que es la Vida. Esta renuncia al propio yo,
ofreciéndolo a Cristo para la salvación de los hombres, es la condición
fundamental del verdadero compromiso en favor del Evangelio» (L’Osservatore
Romano, edición en lengua española, 19 de enero de 2001, p. 7).
Entonces, ¿cuál es el núcleo de la nueva evangelización?
Su objeto, es decir, el anuncio
de Jesucristo. Hay una cristología de la evangelización que es el alma del
anuncio y sostiene su dinamismo en todo tiempo, estimulando también al
discípulo de hoy a hacerse todo a todos en todo, comprometiéndose,
interpretando las novedades y adoptando métodos nuevos, con nuevo ardor y
entusiasmo.
Y ¿quién es el modelo?
Jesús de Nazaret es el
evangelizador, es el Evangelio mismo de Dios para la humanidad, que repetía de
sí mismo: yo soy el pan, yo son la luz, yo soy la puerta, yo soy el pastor.
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