sábado, 16 de febrero de 2013

CARO PAPA

Caro Papa (carta de Alessandro D'Avenia)
Compartimos hoy la traducción al castellano de una carta que el famoso novelista italiano, lessandro D'Avenia publicó hace unos días en el periódico Avvenire, con el subtítulo: la lógica del mundo, la lógica de Dios. Es una carta preciosa que puede ayudar a muchos a superar la crisis de fe que la uncia del Papa haya podido producir. Esa crisis de Fe será una oportunidad para crecer. La del Papa es una lección. Y ojalá sea la última gran lección suya, como Papa... pero continúe iluminándonos con sus escritos. En otros post intentaré profundizar en esta lección desde el punto de vista del liderazgo. De momento os dejo con Alessandro D'Avenia. El original lo encontraréis en el enlace que os he dejado más arriba. Si alguno cosa os llama la atención, podéis decírmelo, porque puedo haberme equivocado en la traducción.
 
Caro Papa, sólo le falta una tilde a la última letra de este nombre tuyo, Papa, para que resulte otro palabra distinta; la palabra que todo hijo pronuncia miles de veces en su vida y que un hijo de Dios tiene la suerte de pronunciar muchas más veces, puesto que al fin y al cabo la vida cristiana consiste en aprender a decir abbá, papá, a Dios.


Al oír la noticia de tu renuncia he experimentado el miedo. He sentido el mismo dolor que probé con la muerte de Juan Pablo II: entonces yo tenía 28 años y me sentí huérfano; lloré como quien ha perdido un padre.

El pasado lunes me ha sucedido lo mismo. Me he sentido huérfano. Habías decidido dejar de ser Papa. Volvería a quedarme sin otro padre. Es el dolor de un hijo que ha recibido muchísimo. He seguido tu pontificado desde el mismo momento en que te asomaste al balcón por primera vez (pues por aquel entonces yo vivía en Roma). He leído tus escritos, me he alimentado de tus palabras siempre profundas y extrañamente sencillas para provenir de un profesor de teología, porque fundamentadas sobre una relación verdadera con Dios (cuánto hielo, en cambio, en las palabras de algunos pastores que a veces uno tiene que escuchar).

En estos años en que la fe es frecuentemente puesta a prueba, ridiculizada, malentendida, tú te has convertido en una especie de pararayos de muchas críticas. Las has cargado todas sobre tus espaldas, sin importarte que te hirieran. Aquellos que sufren persecución a causa de Cristo son bienaventurados. Quién sabe cuanta porquería hay en la Iglesia que ha sido lanzada sobre ti por el solo hecho de ser el padre de familia que es el Papa. Siempre hay demostrado -desde el discurso de Ratisbona al del matrimonio-  que el único consenso que te importa es el de tu Padre Dios, es decir, el de la verdad, el del logos.

Alessandro D'Avenia, en el colegio mayor Monterols


Por esta razón he sentido miedo cuando has anunciado tu renuncia. Por un momento me ha parecido que hubieses tirado la toalla. Sí lo haces tú, que eres el Papa, ¿qué será de nosotros? He pensado repeetidamente una frase que llevo inscrita en el corazón: “la fidelidad es el nombre que recibe el amor en el tiempo”. La traigo a la memoria cada vez que veo que se pone a prueba tanto mi amor como el de los demás y debo agarrarme con todas las fuerzas al Amor que mueve todos los otros amores, de modo parecido al sol y las demás estrellas. En estos años mi fe se ha visto reforzada gracias a ese logos cortés, firme y cálido que tú sabes infundir a las palabras que usas, como (por por poner un ejemplo) las que he leído hace algunos días: “Dios, con su verdad, se opone a la múltiple mentira del hombre, a su egoísmo y a su soberbia. Dios es amor. Pero el amor pude también ser odiado, allí donde exige una salida de sí mismos para llegar más allá de sí mismos. El amor no es un romántico sentimiento de bienestar. La Redención no es un wellness, un baño en la autocomplacencia, sino una liberación del quedar encerrados en el propio yo. Esta liberación tiene como consecuencia el sufrimiento de la Cruz”. Dándole vueltas a tu frase, leyendo estas palabras, tu “dimisión” me parecía incomprensible y me han desanimado profundamente.

Me he sentido solo. Para qué sirve la propia fe si después el Papa tira la toalla. Después, poco a poco, la emotividad ha dejado espacio precisamente al logos, a la verdad, a Cristo y una gran paz ha regrasado a mi corazón. Era necesario que no me quedara atrapado en un criterio de interpretación subjetivo, emotivo, mundano. Renunciar representa para el mundo un fracaso, pues es un para él gesto de debilidad; mundo en el que sólo se puede estar si uno afirma a sí mismo, a cualquier precio. La lógica de la debilidad no se encuentra en el mundo. Mundana es la lógica del poder y del egoísmo. Por eso tu gesto es un gesto de libertad del yo y no una fuga de Dios, en quien quieres refugiarte del todo para continuar sosteniendo la Iglesia más y mejor. l

Con este gesto consigues que triunfe una lógica distinta, un logos diferente. El de quien sabe que su oración silenciosa vale tanto cuanto su acción, y deja esta última a quien puede llevarla mejor. De modo parecido debió sonar en los oídos de los discípulos, en forma fastidiosa e inexplicable, aquella frase: “Es bueno que yo me vaya para venga a vosotros otro consolador”.



También Jesucristo parece tirar la toalla, pero es así como vence: deja espacio a la potencia del Espíritu y no se deja atar  ni siquiera por su condición humana; lo entrega todo, inclusa ésa, expropiándose totalmente de sí mismo, porque como bien has explicado en tu más hermoso libro “ser cristianos” es “ser para”. El abandona en las manos de los suyos la tarea de continuar su obra y afirma que incluso harán obras más grandes que las suyas. Te agradezco, querido Papa,  todo el logos que nos has dado y que continuarás dándonos hasta el 28 de febrero, como Papa, pero también el logos que nos darás después, en el silencio que el mundo denomina derrota, subterfugio, fuga, y que en cambio es victoria. Ya no me siento solo, porque una vez más me has ayudado a poner la mirada en la única cosa que importa, la única de la que hay necesidad, el Logos mismo. Sólo te pido una cosa. No abandones tu oficio de escritor. Continúa alimentando nuestra fe con tu logos. No hacerlo sería tanto como enterrar un talento y el Evangelio habla con claridad acerca de eso... Con cariño.
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