Puedes ahogar la inquietud e insatisfacción; pasar de ellas.
Muchas veces tendrás esa tentación. Pero, desde ellas, puedes mantenerte en una
constante actitud de búsqueda. Un gran hombre y gran santo, Agustín de Hipona,
expresó sus más íntimos anhelos con una descripción memorable: "nos hiciste,
Señor, para ti y nuestro corazón anda inquieto hasta que descanse en ti". La
inquietud del corazón es llamada fuerte a la felicidad. Nos reclama, haciendo
que no tengamos hartura. Siempre buscamos ser felices, incluso cuando erramos el
camino. El ansia de felicidad se resiste a darse por vencida. La compartes con
todos los hombres y mujeres a quienes encuentras en tu tarea evangelizadora.
Reclamo del corazón que es puerta abierta al evangelio. El corazón es la vida
entera que se resiste a ser encerrada en el sinsentido y el absurdo. La
respuesta que tú vives y ofreces no es ajena a la pregunta que constantemente
aflora en el corazón humano, a veces de forma violenta. Cuando evangelizas no
superpones respuestas a un corazón sin preguntas. No te vaya a pasar lo que a
aquel mono distraído y aburrido a quien el autor del poster que lo representaba
le hacía decir en el escrito: "ahora que me sé la respuesta, se me olvidó la
pregunta".
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