Mi Señor Jesús, Que la humildad con que sufriste por mi, transforme mi corazón soberbio en amor y caridad.
Tus manos atadas, Jesús, y la humillación de tu cabeza coronada de espinas, me haga entender lo ridículo que soy cuando presumo.
Jesús de mi corazón, la mirada paciente ante tus verdugos, me ayude a superar cada día las humillaciones y malos ratos.
Déjame, Señor, llorar por mis pecados ante tu imagen dolorosa y humillada.
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