Para dejarte acompañar, necesitas la sencillez del discípulo. ¡Enseñas tantas cosas que puedes tener la impresión de no necesitar ser enseñado! No sólo en las verdades de la fe, sino en la sabiduría que conduce a la salvación. "Sabérselas todas" es malo para el evangelizador. Le priva de estar constantemente aprendiendo con actitud receptiva y acogedora. Aprendiendo de todos, pero especialmente de los sencillos. Todos te pueden enseñar; mira a todos como a posibles "maestros". En cada vida y en cada historia puedes encontrar indicaciones para el camino. Aprende a leerlas a la luz del evangelio y te sorprenderás de ver cómo "el Señor te enseña sus caminos". Entrénate en el reconocimiento de las semillas que Dios esparce de tantas maneras en el corazón de los hombres. Sin esta actitud te será difícil la tarea de evangelizador: descubrirás "enemigos" donde Dios te pone "hermanos" para recorrer el camino. Ten la humildad de saber preguntar. No sólo en lo que se refiere a tu trabajo pastoral, también en las cuestiones de tu propia vida de creyente. Las "señales de Dios" te vendrán muchas veces a través de los hermanos.
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