*174* Así es mi dulce Jesús. Solo atribula al alma, para que después, de esa misma tribulación, saque grandes bienes y una inmensa alegría.
*175* No hay paz más grande ni más deliciosa, que la que goza el alma después de sus combates, de sus luchas, de sus victorias; aunque haya tenido que derramar sangre.
*176* Tú sabes Señor que detesto todos mis pecados, desde que empecé a ofenderte, hasta la hora actual; que quisiera llorarlos con lágrimas de sangre, y que quisiera no tener esta libertad tan veleidosa, sino que tú te la llevaras toda, para no tener ya más la facultad de ofenderte.
*177* La palabra: temor de Dios, se traduce fácilmente en esta: temor de mí misma: temor de ofenderle, temor de ser infiel a mis juramentos, a mis promesas, temor de desagradarle, temor de dejar un día de amarle.
*178* Nada ni nadie me puede hacer vacilar, sé que me expondré a llevar sobre mis hombros, una cadena no interrumpida de sufrimientos: ¡qué importa!, al contrario tanto mejor, entre más sufrimientos, más almas para Dios.
*179* Sé que a nadie puedo decir mis penas, mi desolación interior, ni mi malestar físico. ¿Quién me creerá? Me basta que Dios lo sepa… se lo entrego a mi Madre santísima, por las almas, por las misiones.
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