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miércoles, 27 de mayo de 2015
testimonio (DE RELIGIÓN EN LIBERTAD)
viernes, 8 de mayo de 2015
MI HERMANO SUFRE
Mi hermano sufre.
Cuando escribo
este texto, se celebra la Jornada Mundial del Enfermo, 2015 y el mensaje del
Papa Francisco para esta celebración: “Sabiduría
del corazón, es estar con el hermano. El tiempo que se pasa junto al enfermo es
un tiempo santo”, me introduce a buscarnos a nosotros mismos.
Si algo nos
hace levantar la mirada hacia el cielo es la punzada seca del dolor. El
sufrimiento siempre llega por sorpresa, y viene a delatar lo más hermoso de nuestra vida, lo
más esencial de nosotros mismos. Pero, si tiene sentido, entonces es
soportable, e incluso, puede llegar a ser esencial para entender nuestra propia
existencia.
La enfermedad puede conducir a la
angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a
la rebelión contra Dios. Otras veces alcanza
hacer a la persona más madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no
es esencial para volverse hacia lo que lo es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja a una búsqueda
de Dios, un retorno a Él.
El Papa Francisco ha
insistido con crees sobre la actitud de
ofuscación que tiene el mundo, es decir que tenemos las personas, ante el dolor
y el sufrimiento de nuestro prójimo...
Y afirma: “La Iglesia considera
a las personas enfermas como una vida privilegiada. Para encontrar a Cristo,
para acogerlo y servirlo”
Las personas
que sufren «deben entrar en mi corazón,
deben causar una inquietud en mí. Mi hermano sufre, mi hermana sufre; he ahí el
misterio de la comunión de los santos. Ora: Señor mira aquél, llora, sufre.
Ora, permitidme decirlo, con la carne». Orar con nuestra carne, entonces, «no
con las ideas; rezar con el corazón» reafirma.
"El sufrimiento no me es desconocido. En él
encuentro mi alegría, pues en la cruz se encuentra Jesús y Él es amor. Y ¿qué
importa sufrir cuando se ama?" (Teresa de
Los Andes, carta 14)
Alguna vez
has tratado de imaginar a esos padres con un hijo enfermo, las personas
solas o las que se han quedado sin trabajo, los exiliados que han huido de los
horrores de la guerra, quienes han sufrido graves injusticias en la vida, a
esas personas con cáncer sin esperanza de vida, a esa madre o padre con Alzheimer….
Ciertamente,
el sufrimiento, especialmente el de los inocentes, sigue siendo un misterio
para todos; pero sin fe en Dios se convierte en algo inmensamente más absurdo.
Quien sabe de dolor todo lo sabe, escribió Dante. San Juan Pablo II en la encíclica Salvifici doloris, (que encomiendo su lectura) a través
del cual las energías salvíficas de la cruz de Cristo se ofrecen a la humanidad
(cf. n. 23).” “El sufrimiento va más allá de la
enfermedad, pues existe el sufrimiento físico
y el espiritual. Además del sufrimiento individual,
está el sufrimiento colectivo,
que se da debido a los errores y transgresiones de los humanos, en especial en
las guerras. Hay tiempos en que este sufrimiento colectivo aumenta. El sufrimiento tiene un sujeto y es el individuo quien lo sufre.
Sin embargo, no permanece encerrado en el individuo, sino que genera
solidaridad con las demás personas que también sufren; ya que el único en tener
una conciencia especial de ello es el hombre y todo hombre. El sufrimiento entraña así
solidaridad. Es difícil precisar la causa del sufrimiento, o del mal que va junto al sufrimiento. El hombre se la pregunta a Dios y con frecuencia
reniega de él, porque piensa no encontrar dicha causa.
Y en la Jornada
mundial del enfermo nos recordó, además, que junto a toda persona que sufre
debe haber un hermano o una hermana animados por la caridad. Como el buen
samaritano, del que Jesús habla en la conocida parábola evangélica, todo
creyente está llamado a dar amor a quien se encuentra en la prueba. ¡Jamás hay
que "pasar de largo"! Al contrario, es necesario detenerse,
inclinarse sobre el hombre abatido y doliente, aliviando su carga y sus
dificultades. Así se proclama el evangelio de la consolación y de la caridad;
este es el testimonio que los hombres de nuestro tiempo esperan de todos los
cristianos.
Benedicto XVI:
“Una
sociedad que no acepta al que sufre no es una sociedad humana”.
Muy cierto: el que sufre es molesto, es una carga, es débil… y a la sociedad
del siglo XXI no le gustan los débiles.
Existe, pues,
una íntima relación entre la Cruz de Jesús -símbolo del dolor supremo y precio
de nuestra verdadera libertad- y nuestros dolores, sufrimientos, aflicciones,
penas y tormentos que pueden pesar sobre nuestras almas o echar raíces en
nuestros cuerpos. El sufrimiento se transforma y sublima
cuando se es consciente de la cercanía y solidaridad de Dios en esos momentos.
Es esa la certeza que da la paz interior y la alegría espiritual propias del
hombre que sufre generosamente y ofrece su dolor "como hostia viva,
consagrada y agradable a Dios "(Rm 12,1). El que sufre con esos
sentimientos no es una carga para los demás, sino que contribuye a la salvación
de todos con su sufrimiento.
La indiferencia hacia los
demás.. ¡Nos hemos habituado al sufrimiento del otro, no nos concierne, no nos
interesa, no es un asunto nuestro!
Ser prójimo, en
cristiano, es practicar la
misericordia con cada
próximo, sea. porque no nos da un mero sentimiento, sino que nos hace sentir con
el que sufre. ... ante el dolor ajeno,
sino que nos impele a ser solidarios con el que sufre...
esa es nuestra tarea.
Guardini
señala que comprensión, significa "ver, escuchar, sentir como, detrás de
un sentimiento que se muestra, detrás de un pensamientos que se expresa, hay
mucho más que permanece oculto y, cuando lo que ha estado oculto es finalmente
conocido, puede ser que detrás de ello, exista todavía más." Ese "meterse"
en el otro, compenetrarse con él es denominado algunas veces compasión,
precisamente cuando se refiere a una persona que está sufriendo. Sin embargo,
si se mira un poco más allá, descubrimos que cada uno de nosotros es un sujeto
sufriente; cada uno tiene que sufrir sus propios límites y fallas, los
altibajos de la vida, las peculiaridades de las personas queridas. Cuanto más
conocemos a una persona, tanto más sabemos de las dificultades que ella debe
soportar. Y estamos dispuestos a sobrellevarlas con ella. La compasión es
"la única puerta a través de la cual se puede penetrar en la interioridad
de otro ser humano" y la única mediante la que se puede compartir su
destino.
“Venid a mí todos los
que estáis cansados...” (Mt 11,28). La
potencia redentora del sufrimiento está en el amor. Esta es mi invitación:
saber aceptar, puesto que esta misma causa la está sufriendo él que esto
escribe y seguiré, si Dios quiere, como
el junco que se dobla pero no se troncha, aceptando los sentimientos,
escuchando lo que me quieren contar y sobrellevando el dolor lo mejor que pueda,
esto me lo aplico a mí persona y a los enfermos que visito, pues como indica el
salmo 73:28 “Mi dicha es estar
cerca de Dios: yo he puesto mi refugio en ti, Señor, para proclamar todas
tus acciones”.
Miguel Iborra Viciana
PÁGINAS 76 Y 77
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