Este 20 de noviembre como todos los años: se festeja un aniversario más de la Revolución Mexicana, pero también en el calendario litúrgico es el día en que se conmemora a Anacleto González Flores y sus compañeros mártires víctimas de la revolución.
La Revolución Mexicana se toma como paradigma del México moderno y se habla de ella como si hubiera sido un movimiento inmaculado consagrado por la lucha de todo un pueblo contra la tiranía de uno solo. El problema es que el tirano, Don Porfirio Díaz se había marchado y solamente quedaban los libertadores ¿luego contra quién se luchó tantos años que desgarraron al país?
Una vez muerto Madero, la guerra de revolución se convirtió en una guerra de caudillos, donde todos decían defender las grandes causas de los mexicanos, pero en realidad defendían sus propios intereses, por ello los grandes héroes de la misma se combatieron con ferocidad y se fueron eliminando unos a otros.
Un día, llegó Calles, quien tuvo la idea de reunir a todos los sobrevivientes en un partido que sirviera para repartir el poder en la forma más equitativa posible, con un disfraz democrático que funcionó muy eficientemente bajo todas las ideologías y todos los matices con diferentes nombres hasta llegar a ser el PRI, pero con una sola idea: mantener el poder.
Pero además la Revolución Mexicana tuvo otro enfoque muy negativo, su combate a la religión, en especial contra el catolicismo que no solamente era la religión mayoritaria, sino la que había dado identidad y unidad cultural a la nación mexicana.
Dentro de este contexto surgieron grandes mexicanos que no solamente eran hombres de fe, sino ciudadanos que amaban a su patria y querían que la justicia y la libertad resplandecieran, y por ello no eran como pretenden algunos historiadores oficialistas personajes que querían que hubiese permanecido el estatus anterior.
Entre ellos destaca por sus cualidades Anacleto González Flores que refiriéndose al porfiriato decía:
“La crítica serena […] señala a un hombre, al viejo dictador y su obra que fue un mausoleo gigantesco donde fueron sepultadas todas las libertades y donde juntamente con todos los rebajamientos y degradaciones, incubaron los gérmenes de una disolución que al desbordarse sobre la superficie nos ha llenado de estupor y de asombro […]
El viejo dictador apuntaló el edificio que levantó con su espada, con los despojos de la libertad profanada en todas sus manifestaciones, y a trueque de un progreso material que a muchos deslumbró y que no ha pocos hizo renunciar a las prerrogativas del hombre y del ciudadano, lo empujó todo hacia el abismo.”
Sin embargo el remedio resultó peor que la enfermedad, así el mismo Anacleto hace la siguiente reflexión “[…]. Y es que la revolución es esencialmente demoledora, porque es la negación de la autoridad que es esencialmente ordenadora y reconstructora […] la revolución es el vértigo, el desquiciamiento, la catástrofe […]
Por eso nosotros creemos que al conocer nuestros compatriotas la Revolución en sus hombres y en sus locuras, buscarán ansiosamente el ancla salvadora en medio del naufragio a que nos ha conducido la anarquía disolvente que pesa sobre el pensamiento y sobre sus distintas manifestaciones.
[…] sin embargo nosotros llamamos la atención de los hombres sobre dos puntos de capital interés; a saber: lo superficial del conocimiento que se tiene de nuestras dolorosas tragedias y la interpretación torcida que se les ha dado hasta ahora.
Es verdad que hemos asistido al desenvolvimiento y a la consumación del drama sangriento; pero como sucede en todas las catástrofes no hemos podido tener la visión de conjunto, el estrépito, la polvareda cegó nuestros ojos, el fondo oscuro de donde procede el impulso demoledor escapó a nuestras miradas ensordeció nuestros oídos y de súbito nos encontramos rodeados de escombros”.
Y es que de la Revolución surgió una generación de políticos dogmáticos pero muy poco comprometidos con el verdadero progreso del país, en sus artículos el mismo Anacleto decía a ese respecto:
“Ellos –los políticos- no saben más que inventar impuestos para decretarse dietas exorbitantes, para hacer sus inmensas fortunas, para hacer su maniobras, para comprar prensa y adeptos. El pueblo apenas tiene tiempo para sembrar para que los políticos reciban la cosecha sagrada e inmensa, regada por el sol. El plebiscito resulta imposible”
“Gritaron a más no poder contra los ricos y lo primero que han hecho es enriquecerse; gritaron contra la imposición y lo primero que han hecho es imponerse; gritaron contra la violación del voto, y lo primero que hicieron fue burlar el voto; gritaron contra la tiranía de la palabra y lo primero que han hecho es amordazar; gritaron contra la propiedad y lo primero que han hecho es acumular…”
Pero Anacleto no se conformaba con denunciar, tenía en mente un gran movimiento nacional que actuara en forma pacífica que sirviera de presión contra los políticos que solo actuaban en defensa de sus propios intereses, no concebía que ningún hombre libre pudiera permanecer con los brazos cruzados ante el atropello de las libertades principalmente de la religiosa de la que decía:
“es la más íntima, la más espontánea y la más incontenible de todas las libertades”, estaba consciente del peligro pero jamás retrocedió ante el peligro.
Anacleto González Flores a través de sus lecturas del evangelio fue comprendiendo que la única posibilidad que tiene el hombre de transformarse totalmente y no sólo exteriormente es estando en un contacto profundo con la palabra de Dios, reflexionando en ella y poniéndola en práctica.
Comprendió que la vida de Cristo no había sido un experimento de una nueva filosofía, sino el contacto de Dios con el hombre para enseñarle el camino de la vida y se convenció que era un retroceso humano pretender vivir en una sociedad donde las enseñanzas de Cristo pasaran a ser cuestión de unos cuántos sabios o de unos cuantos frustrados que se refugiaran en una sacristía para esconder sus temores y prejuicios.
Al contrario, con las palabras de “Yo soy la luz del mundo” que pronunciara Cristo se propuso llevar esa luz a todos los que lo rodeaban y consideró que si bajo esa luz se había constituido México como nación, borrarlo de la vida pública como lo pretendía el laicismo en boga era un suicidio nacional.
Por eso fundó lo que sería su gran obra, La Unión Popular, “La efectividad y el éxito de la Unión Popular se debieron a sus características únicas, el directorio que estaba formado por cinco miembros que incluía a dos mujeres, los jefes de las células se reclutaban entre obreros y campesinos, según fuera el lugar, por lo que la comunicación era muy cercana y cordial entre sus miembros.
Creada como una agrupación cívica independiente de la jerarquía estaba muy preocupada por la educación, dedicándose inclusive a la creación de escuelas primarias, pues había que empezar a sembrar en los hombres y en las mujeres desde pequeños ese sentido de responsabilidad y amor del cristiano en todos los aspectos de la vida, incluyendo el amor no solo a Dios, sino también a la patria.
Reiterando que la conversión profunda y sincera del espíritu es lo primero que se necesita antes de emprender cualquier acción. Repudiaba el uso de la violencia y creía firmemente en que los métodos propuestos por Gandhi, por lo que tenían de compromiso y sacrificio eran los que podría dar la victoria, Una hoja suelta, Gladium, tiraba más de 100,000 ejemplares a fines de 1925, y de mano en mano llegaba al rincón más apartado del estado. Agustín Yañez, el futuro Secretario de Educación y autor famoso, fue uno de sus artífices”. .La clave del éxito se fundaba en la toma de conciencia de la propia responsabilidad.
Encabezaría Anacleto también algunas protestas públicas donde no solo había hombres y jóvenes, sino también mujeres de las más diversas edades y condiciones. El líder acabaría varias veces detenido, sin embargo nunca perdería su buen humor y se las agenciaría para conseguir una guitarra y poner a todos a cantar.
A una señora que le expresaba su aflicción porque en cierta ocasión había sido detenido y llevado a la cárcel, Anacleto le decía:” Somos varios los jóvenes que estamos presos, pero vivimos muy contentos en la cárcel. Tenemos ya establecido un catecismo, para los demás prisioneros; rezamos todas las noches el rosario en común y en el día […] ya usted lo sabe, trabajamos, acarreamos leña para la cocina, llevamos los tachos de basura […].
Total, una vacaciones pasadas por amor de Dios, pero no hay que dudar, éste es el camino por donde los pueblos hacen las grandes conquistas. No en vano había escrito con un sentido vivo y brillante que: “En las páginas de la historia del cristianismo siempre se va la cárcel un día antes de la victoria”.
Para Anacleto el cristianismo es vanguardia y es osadía, “Porque desde el punto de vista histórico y doctrinal, el cristianismo fue -desde su aparición- y sigue siendo una inmensa y ardiente acometida que ha de llenar todas las páginas de la historia y continúa su marcha hacia todos los confines del mundo”.
Para los católicos Anacleto Gonzalez Flores es un prototipo de compromiso social, ya que toda su proyección de vida lo resumía en lo siguiente:
“Para ser verdaderamente católicos hay que trabajar Sin descanso por el bien de la sociedad, Pues este es el sentido más alto y más profundo de aquel precepto: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
También El Maestro llamaba la atención sobre la necesidad de la acción católica en todos los ámbitos de la vida: "Pero reducir al catolicismo, como lo hemos hecho entre nosotros, a una convicción encarcelada por la parálisis o el éxtasis delante de un libro, de oír misa, sin volver los ojos al torrente de la vida para apoderarse de ella, para conquistarla y para ofrendársela a Dios purificada, transfigurada con el contacto de Cristo y de su Iglesia, es entrar en el camino de todas las derrotas y todas las ignominias”.
Y pronosticaba que si no se inculcaba en los jóvenes el idealismo y el sentido de sacrificio lo que sucedería en la sociedad lo que ya está sucediendo hoy en día: “Se sabe y se ve que las sociedades perecen cuando el deseo de sacrificarse por los demás y la ley del amor son devorados por la fiebre del placer y por la hoguera del egoísmo”. Su amor a Dios era intenso y desbordante y se lo transmitía a sus alumnos con las siguientes palabras: ‘Amar a Dios es apasionarse por Él; es vivir para Él, es dolerse por las ofensas que se comenten contra Él. Amar a Dios, para un joven, debe significar entusiasmos sin medida. Ardores apasionados de santo, sueños de heroísmos, ardores y arrojos de leyenda’.
Decía Anacleto: “soy un forjador de voluntades” y la forma de transmitirlo a sus alumnos era de una pedagogía sorprendente, eh aquí el testimonio de Heriberto Navarrete su alumno y que después llegaría a ser secretario de la Unión Popular y ya muerto Anacleto estaría al lado del general Enrique Gorostieta hasta su trágico final: […].
Nos enseñó a orar, a estudiar, a luchar en la vida práctica y también a divertirnos. Porque él sabía hacer todo eso, lo mismo se le encontraba jugando una partida de billar, que de damas, que tañendo la guitarra o sosteniendo animados corrillos con su inacabable repertorio de anécdotas. Por ellos todos los conocían como “El Maistro”, aunque al final las circunstancias lo llevaron a convertirse en el jefe.
La situación de extrema persecución llegó a su punto crítico cuando el pueblo en forma espontanea se levantó en armas, ya no pudo Anacleto continuar con su programa de transformación pacífica, y tuvo que aceptar la realidad, el pueblo no tenía la suficiente paciencia para seguir soportando tanta agresión y pedía que “el Maistro” siguiera siendo el líder y guía de toda la resistencia.
Anacleto había hablado sobre mártires como una premonición de cómo sería el fin de su vida:
“El mártir es y ha sido el primer ciudadano de una democracia extraña e inesperada, que en medio del naufragio de la violencia arroja su vida para que jamás se extingan ni su voto ni su recuerdo. “El Mártir es un milagro y una necesidad para que no perezca la libertad en el mundo […] Y no es el puñal de Bruto el que nos salvará ni la espada de Aníbal; si no la entereza enérgica de los mártires y de los espíritus que sostengan incansablemente la bandera gloriosa de los verdaderos derechos del hombre. Pues en estos casos sobran espadas y faltan mártires”.
Anacleto aceptó ser el jefe pero nunca tomó un arma, acusado falsamente, sin juicio y torturado cruelmente terminaría la vida de este extraordinario Mexicano, que amó a Dios y a la Patria, que fue un ciudadano ejemplar que consagró su vida a luchar por un México justo y libre, por ello no solamente debería estar en los altares de la Iglesia sino también tan los altares de la Patria. Su congruencia de vida y la certeza que tenía de la justicia y verdad de su causa se resumen en estas que fueron algunas de sus últimas palabras:
“Una sola cosa diré; y es: que he trabajado con todo desinterés por defender la causa de Jesucristo y de su Iglesia. Vosotros me mataréis, pero sabed que conmigo no morirá la causa. Muchos están detrás de mi dispuestos a defenderla hasta el martirio. Me voy, pero con la seguridad de que veré pronto, desde el cielo, el triunfo de la religión en mi patria”.
Anacleto no estuvo solo, muchos mexicanos del campo y de la ciudad se sacrificaron hasta la muerte, y nunca en la historia de México hubo un involucramiento tan grande y desinteresado de la sociedad mexicana como el que se llevó a cabo por la defensa de la libertad religiosa que llenó a México se santos religiosos y laicos, así que este 20 de noviembre recordemos que la tiranía que surgió de la Revolución Mexicana provocó que salieran a relucir las cualidades más heroicas que se registran en la historia de México.
Ibid pgs 26.
Meyer Jean. Anacleto Gonzalez Flores, el hombre que quiso ser el Gandhi mexicano. Pg 54. Colección Sinergia IMDOSOC. México 2004
Sáenz Alfredo, S.J. Anacleto González Flores y la Epopeya Cristera Pg.42. APC. México 2002
Ahora sí que me detuve a leerlo al completo. Con mi lente bien arrimada a mis ojos y mis ojos bien arrimados a la pantalla del ordenador, me he congratulado por haber tomado la decisión de la lectura de este hermosísimo texto. Anacieto: Extraordinario Mexicano que amo a Dios y a la Patria. Me quedo con: Amar a Dios es apasionarse por Él; es vivir para Él, es dolerse por las ofensas que se comenten contra Él. Qué bello!!! Gracias por compartir estas historias vividas en tu país y en todos los países donde los Mártires son el ejemplo a seguir.
Gracias amiga por recordarnos la verdadera Revolución y a los hombres que realmente participaron mirando el bienestar del prójimo.
ResponderEliminarAhora sí que me detuve a leerlo al completo. Con mi lente bien arrimada a mis ojos y mis ojos bien arrimados a la pantalla del ordenador, me he congratulado por haber tomado la decisión de la lectura de este hermosísimo texto. Anacieto: Extraordinario Mexicano que amo a Dios y a la Patria.
ResponderEliminarMe quedo con:
Amar a Dios es apasionarse por Él; es vivir para Él, es dolerse por las ofensas que se comenten contra Él.
Qué bello!!! Gracias por compartir estas historias vividas en tu país y en todos los países donde los Mártires son el ejemplo a seguir.