El 14 de Agosto se celebra a San Maximiliano Kolbe.
En un lugar como aquél, donde la dignidad humana era pisoteada y los hombres se arrastraban como sombras, vencidos por el odio, el resentimiento y la desesperación y la lucha por sobrevivir; donde nadie daba a nadie ni un mendrugo de pan, un hombre renunciaba a su vida para que otro pudiese seguir viviendo.
Un gesto así no se improvisa. Cuando el padre Maximiliano Kolbe, de los Franciscanos Menores Conventuales dio aquel paso, ya tenía sobre sus espaldas muchos años de generosa entrega y de fecunda creatividad al servicio de la reconciliación y de la paz entre los hombres, como instrumento providencial en las manos de María Inmaculada. Por ella trabajó y ofreció su vida, sacándole al dogma las necesarias consecuencias prácticas para bajar a la Virgen de su pedestal y hacerla caminar entre nosotros como una madre en medio de sus hijos.
Las palabras del comandante del campo de concentración de Auschwitz cayeron como un mazazo sobre los corazones horrorizados de los prisioneros del Bloque 14: "¡Puesto que el prisionero que se fugó ayer no ha sido encontrado, diez de vosotros irán a la muerte!".Pero aún mayor fue la conmoción cuando uno de ellos se adelantó de la fila y señalando con el dedo a uno de los diez condenados, declaró: "Soy un sacerdote católico polaco; ya soy viejo y quiero ocupar su lugar, porque él tiene mujer e hijos".
En un lugar como aquél, donde la dignidad humana era pisoteada y los hombres se arrastraban como sombras, vencidos por el odio, el resentimiento y la desesperación y la lucha por sobrevivir; donde nadie daba a nadie ni un mendrugo de pan, un hombre renunciaba a su vida para que otro pudiese seguir viviendo.
Un gesto así no se improvisa. Cuando el padre Maximiliano Kolbe, de los Franciscanos Menores Conventuales dio aquel paso, ya tenía sobre sus espaldas muchos años de generosa entrega y de fecunda creatividad al servicio de la reconciliación y de la paz entre los hombres, como instrumento providencial en las manos de María Inmaculada. Por ella trabajó y ofreció su vida, sacándole al dogma las necesarias consecuencias prácticas para bajar a la Virgen de su pedestal y hacerla caminar entre nosotros como una madre en medio de sus hijos.
A este nuevo santo franciscano, canonizado recientemente por Juan Pablo II no le favorece demasiado la aureola ni encaja bien sobre un altar. Es tan reciente, tan de nuestros días, que lo suyo es el periodismo, la radio, la fotografía, el cine la bicicleta, el taxi o la avioneta. Mucho tenemos que aprender de este hombre que ha sabido compaginar admirablemente la fidelidad al carisma franciscano de pobreza, minoridad y apostolado con la fidelidad al progreso y a la modernidad del mundo de hoy. Leer más>>