Para ser discípulo debes ser orante que es diferente de orador.
Necesitas la Palabra de Dios; tu relación con la Palabra de Dios no puede ser solo funcional, como si fuera un instrumento de trabajo, sino que tú mismo debes acogerla con sencillez y guardarla en tu corazón.
Cristo se te da a conocer en su persona, en su vida y en su doctrina por medio de la Palabra de Dios.
Sólo si tú mismo conoces el rostro de Dios, que se te muestra en la oración podrás ser rostro de Dios para los demás.
Es importante la preparación, aprender qué decir y cómo decirlo, pero nunca olvides que "de la abundancia del corazón habla la boca".
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