domingo, 2 de agosto de 2009

VENERABLE CONCHITA DE MÉXICO

Del Folleto Adoración Eucarística y Maternidad Espiritual para la Santificación de los Sacerdotes. (Congregación del Clero)







Venerable Conchita del México (1862-1937)

María Concepción Cabrera de Armida, Conchita, esposa y madre de numerosos hijos, es una de las santas modernas, que durante años Jesús preparó
a una maternidad espiritual para los sacerdotes.
En el futuro, ella será de gran importancia para la Iglesia universal.

Una vez Jesús explicó a Conchita: “Hay almas que han recibido la unción a través de la ordenación sacerdotal. Pero hay… también almas sacerdotales que tienen una vocación sin tener la dignidad o la ordenación sacerdotal. Ellos se ofrecen en unión conmigo... Estas almas ayudan espiritualmente a la Iglesia de manera poderosa. Tú serás madre de un gran número de hijos espirituales, pero ellos costarán a tu corazón como mil mártires. Ofrécete como holocausto para los sacerdotes, únete a mi sacrificio para obtener gracias para ellos”... “Quisiera volver a este mundo... en mis sacerdotes. Quisiera renovar el mundo, revelándome en ellos y dar un impulso fuerte a mi Iglesia, derramando el Espíritu Santo sobre mis sacerdotes como en una nueva Pentecostés”. “La Iglesia y el mundo necesitan una nueva Pentecostés, una Pentecostés sacerdotal, interior”.
Cuando era joven Conchita rezaba a menudo delante del Santísimo: “Señor, me siento incapaz de amarte, por ello quisiera casarme. Dame muchos hijos de manera que ellos te amen más de cuanto yo soy capaz”. De su matrimonio, particularmente feliz, nacieron nueve hijos, dos mujeres y siete varones. Ella los consagró a todos a la Virgen: “Te los doy completamente como tus hijos. Tú sabes que yo no los sé educar, conozco demasiado poco qué quiere decir ser madre, pero Tú, Tú lo sabes”. Conchita asistió a la muerte de cuatro de sus hijos, que tuvieron todos una muerte santa.
Conchita fue concretamente madre espiritual para el sacerdocio de uno de sus hijos; de él ella escribió: “Manuel nació en la misma hora en que murió Padre José Camacho. Cuando supe la noticia, recé a Dios que mi hijo pudiera reemplazar a este sacerdote en el altar… Desde el momento en que el pequeño Manuel inició a hablar, hemos rezado juntos para la gran gracia de la vocación al sacerdocio.... El día de su Primera Comunión y en todas las fiestas principales renové la súplica... A la edad de diecisiete años entró en la Compañía de Jesús”.
En 1906 desde España donde se encontraba, Manuel (nacido en 1889, su tercer hijo) le comunicó su decisión de ordenarse sacerdote y ella le escribió: “¡Entrégate al Señor con todo el corazón sin negarte nunca! ¡Olvida las criaturas y sobre todo olvídate a ti mismo! No puedo imaginarme un consagrado que no sea un santo. No es posible darse a Dios a medias. ¡Trata de ser generoso con Él!”.
En 1914 Conchita encontró a Manuel en España por última vez, porque él no regresó jamás a México. En aquel tiempo el hijo le escribió: “Mi querida, pequeña mamá, me has indicado el camino. Tuve la suerte, desde pequeño, de escuchar de tus labios la doctrina saludable y exigente de la cruz. Ahora quisiera ponerla en obra”. También la madre probó el dolor de la renuncia: “Llevé tu carta delante del tabernáculo y dije al Señor que acepto con toda mi alma este sacrificio. El día siguiente puse la carta sobre mi pecho mientras recibía la Santa Comunión, para renovar el sacrificio total”.

Mamá, enséñame a ser sacerdote

El 23 de julio de 1922, una semana antes de la ordenación sacerdotal, Manuel que por aquel entonces tenía treinta años, escribió a su madre: “¡Mamá, enséñame a ser sacerdote! Háblame de la alegría inmensa de poder celebrar la Santa Misa. Entrego todo en tus manos como tú me has custodiado sobre tu pecho cuando era niño y me has enseñado a pronunciar los hermosos nombres de Jesús y María, para introducirme en este misterio. Me siento de veras un niño que te pide oraciones y sacrificios.... Apenas sea ordenado sacerdote, te enviaré mi bendición y después acogeré de rodillas la tuya”.
Cuando Manuel fue ordenado sacerdote, el 31 de julio de 1922 en Barcelona, Conchita se levantó para participar espiritualmente a la ordenación; a causa de la diferencia de horario en México era de noche. Ella se conmovió profundamente: “¡Soy madre de un sacerdote!... ¡Puedo solamente llorar y agradecer! Invito a todo el cielo a agradecer en mi lugar, porque me siento incapaz por mi miseria”. Diez años después escribió al hijo: “No logro imaginarme un sacerdote que no sea Jesús y aún menos cuando forma parte de la Compañía de Jesús. Rezo por ti para que tu transformación en Cristo, desde el momento de la celebración, se realice de modo que tú seas Jesús de día y de noche” (17 de mayo de 1932). “¿Qué haríamos sin la cruz? La vida sin dolores que unen, santifican, purifican y obtienen gracias, sería insoportable” (10 de junio de 1932). Padre Manuel murió a los 66 años en olor de santidad.
El Señor hizo comprender a Conchita en función de su apostolado: “Te confío todavía otro martirio: tú sufrirás lo que los sacerdotes hacen en mi contra. Tú vivirás y ofrecerás por su infidelidad y miseria”. Esta maternidad espiritual para la santificación de los sacerdotes y de la Iglesia la consumió completamente. Conchita murió en 1937 a los 75 años.

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