La verdad que anuncias no te la inventas tú ni se la inventa la Iglesia de tu tiempo. Tú y todos los discípulos misioneros somos un eslabón de la transmisión de la verdad contenida en la Palabra de Dios. No somos ni el primer eslabón ni el último.
Nos ha llegado a nuestras manos una verdad recibida, que ha pasado de mano en mano, de boca en boca, de corazón a corazón en una larga transmisión (tradición), que dura ya más de 2,000 años. Debes engancharte en esa larga tradición, para transmitir la verdad con fidelidad. En la fidelidad a la verdad revelada nos jugamos la eficacia de la evangelización.
Debes, por eso, cultivar un amor intenso a la Sagrada Escritura y aprender a leerla "como Dios manda". Consciente de que la Palabra de Dios la recibes en lenguaje humano, debes ejercitarte para llegar a ella y recibir su mensaje con sencillez madura.
Aprende a manejar la Biblia, no solo materialmente, para saber encontrar textos, sino, sobre todo, aprendiendo, al menos lo imprescindible, para saber captar su mensaje. No es la letra la que salva, sino el Espíritu que da vida.
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