Última visita a Japón e Indonesia.
Última visita a Indonesia |
El 14 de octubre de 1980 la Madre Inés llega a Japón, acompañada de su mejor enfermera, la madre vicaria. Además del pesado viaje de California al Puerto de Narita, el camino del aeropuerto al convento se lleva más de cuatro horas, pues un tifón con lluvias torrenciales deja muy dañadas las carreteras. Sin dormir y con evidencias de cansancio y molestias, la Madre entra directamente a la capilla, a dar gracias.
última visita a Japón |
Una semana después, reunidas todas las hermanas de la región y los vanclaristas japoneses, celebran con gran regocijo los cincuenta años de su fundadora. La ceremonia, aunque sencilla, es muy emotiva y participan cristianos y no cristianos. Todos felices de tener cerca a la Madrecita Inés y poder así demostrarle su adhesión y gratitud.
No parece conveniente continuar el viaje a Indonesia, pues los dolores que sufre la religiosa son cada vez más fuertes y le impiden en ocasiones, caminar. Sin embargo, una mañana que despierta sintiendo una leve mejoría, le dice a la madre vicaria, muy animada: -No tengo corazón para desilusionarlas, vamos a Indonesia a verlas y a que me vean. Inmediatamente se comunica la noticia a las superioras de ese país, y las religiosas empiezan a prepararse emocionadas por la venida de su madre fundadora.
Con un esfuerzo sobrehumano sin importarle las consecuencias que le ocasionará el viaje, la madre Inés se entrega toda, a llevarles la bendición y cariño a esa comunidad aislada que le espera con gran ilusión. El viaje de once horas por aire las conduce a Jakarta, pero para llegar a Surabaya, el punto de reunión de todas las hermanas, deben trasladarse en un avión que despega de otro aeropuerto. Además de las molestias por el largo viaje, los aeropuertos no cuentan con pasillo aéreos que faciliten el abordaje. La Madre Inés tiene que ser ayudada por las religiosas para subir y bajar las incómodas escalinatas.
Por fin, en Surabaya, las hermanas de Madium y de Flores, esperan impacientes el aterrizaje. A lo lejos ven llegar a la reverenda madre sumamente cansada, pero muy sonriente. Sólo dos días y medio podrán tenerla cerca, y por lo tanto cada minuto es aprovechado al máximo. Les parece un verdadero sacrificio vencer la tentación de abrazarla, pero se les ha puesto al tanto sobre su enfermedad y por ningún motivo deber correr el riesgo de lastimarla.
Su breve estancia en Indonesia es la más grande prueba de amor; todas las religiosas confirman que su fundadora no se encontraba de ninguna manera, en condiciones de hacer ese pesado viaje. Sin embargo les sorprende su maravilloso buen humor, pues hasta les lleva una serie de regalos-broma con los que se da el gusto de “tomarles el pelo”: chocolates de plástico, culebras que saltan al abrir cajitas, sanitarios que al destaparlos salpican un chorro de agua, etc. Divertida la Madre Inés es la primera que sonríe, mientras sus hijas confundidas, la secundan.
La última visita que realiza esta misionera deja en sus religiosas un gran ejemplo: nunca se queja del calor, ni de los mosquitos, ni de las incomodidades del viaje. Las postulantes, novicias y religiosas aprenden a imitarla, evitando las quejas, que en algunas de ellas, parecen cantaletas de todos los días. Durante su visita, la madre Inés las exhorta insistentemente a confiar siempre en Dios, a pesar de todo cuanto suceda.
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