Es verdad que te ha tocado ser testigo en tiempos difíciles. Tu testimonio va contra corriente de muchos comportamientos de la gente. Los valores del Evangelio no están hoy al alza. Es más, a veces, hasta puedes pensar que eres un bicho raro y que, viviendo conforme al evangelio, "haces el primo". Puedes llegar, incluso, a pensar que en un mundo tan competitivo como el nuestro, necesitas vivir como "cualquier hijo de vecino", si quieres "levantar cabeza". Y, así, te haces a la idea de que tu fe no tiene por qué meterse en tu vida; que es algo perteneciente a tu intimidad y no tienes por qué manifestarla públicamente, ni tienes por qué aplicarla a las "cuestiones de la vida": familia, educación, trabajo, política... Es lo que se llama la privatización de la fe, que está tan en boga en nuestros días. Si piensas y actúas así, tu tarea evangelizadora se quedará a medio camino y estarás preparando cristianos que jamás darán testimonio de su fe en la construcción de una sociedad más cercana al plan de Dios, en la línea de la filiación y la fraternidad. Meterás a Dios en la intimidad de las conciencias, y no harás de su acogida y confesión una fuerza de transformación del pequeño o grande mundo en el que vives y trabajas.
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