El testimonio abarca toda tu vida. No puedes hacer en ella compartimentos, viviendo el evangelio a trozos. Si lo haces así, ni tú mismo te sentirás a gusto. Tendrás muchas veces la sensación de que no eres sincero, y eso mismo quitará fuerza de convicción a tu tarea. No quiere esto decir que tengas que esperar a ser santo para ser evangelizador; pero sí, que los santos son los que mejor evangelizan. Es verdad que el evangelio nos supera a todos y que, muchas veces, el Espíritu actúa "a pesar nuestro". Pero lo normal es que actúe a través de sus testigos. Tu propia tarea es una llamada a tu fidelidad: ser fiel no sólo en los momentos y en los aspectos en los que "haces" de evangelizador. "Eres" evangelizador desde tu vida, transformada por el Señor. No vale que te reserves parcelas de tu vida para ti mismo, viviéndolas de espaldas a Jesús y su evangelio. Aquí tienes una tarea personal de respuesta y conversión, que forma parte de tu propio itinerario de vida interior. Tus "trabajos por el evangelio" no pueden mermar la necesidad de "velar por ti mismo" en un permanente camino de fidelidad y de entrega
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