*154*La creación del mundo con sus innumerables maravillas y hermosuras, en un acto del amor de Dios. Por eso mi alma cuando la contempla se siente transportada, arrobada, enajenada, endiosada, por decirlo así; y se remonta, en alas del amor, hasta el trono de Dios, para agradecerle sus bellezas, para, anonada, fundirse en él.
*155*Verdaderamente es algo delicioso para mí, meditar sobre mi creación. La mío, la propia de mi ser. Apenas hace unos años aún no era yo nada. Dios me pudo hacer un ser inanimado, o irracional, y no lo hizo, no porque yo se lo hubiese pedido, sino por su infinita bondad.
*156* Que dulce es pensar que soy de Dios, que de Él salí y que a Él debo volver. Que desde toda la eternidad Él me tiene en su mente, que soy: un pensamiento de Dios, un deseo de Dios, un latido de su corazón.
*157* Soy un pensamiento de Dios, porque desde toda la eternidad pensó en darme el ser; y ya me veía tal cual soy, con mis defectos y mis cualidades, mis promesas y mis inconstancias, mi confianza y mi amor, y con todas mis miserias.
*158* Oh, sí! Qué delicioso sentirme un pensamiento de Dios.
*159* Soy también un deseo de Dios. Al concebir en su mente purísima el designio de crearme, ya fui por esto mismo, un deseo suyo.
*160* Al ocupar yo, nominalmente un deseo en el corazón de Dios, fui a la vez objeto de sus ternuras, de sus predilecciones, de sus caricias, de sus gracias de elección; desde la eternidad me dijo «No eres tú quien me elegiste, sino que yo te he elegido».
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