Del Folleto Adoración Eucarística y Maternidad Espiritual para la Santificación de los Sacerdotes. (Congregación del Clero)
Lunes 13 de Julio
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Beata Alessandrina da Costa (1904-1955)
También el ejemplo de la vida de Alessandrina da Costa, beatificada el 25 de abril de 2004, demuestra de manera impresionante la fuerza trasformadora y los efectos visibles del sacrificio de una joven enferma y abandonada.
También el ejemplo de la vida de Alessandrina da Costa, beatificada el 25 de abril de 2004, demuestra de manera impresionante la fuerza trasformadora y los efectos visibles del sacrificio de una joven enferma y abandonada.
En 1941 Alessandrina escribió a su padre espiritual, Padre Mariano Pinho, que Jesús le había dirigido esta súplica: “Hija mía, en Lisboa vive un sacerdote que corre el riesgo de condenarse por la eternidad; él me ofende de modo grave. Llama a tu padre espiritual y pídele el permiso para que yo te haga sufrir durante la pasión, de modo particular por aquella alma”.
Recibido el permiso, Alessandrina sufrió muchísimo. Sentía el peso de los pecados de aquel sacerdote que no quería saber más nada de Dios y estaba por condenarse. La pobrecita vivía en su cuerpo el estado infernal en que se encontraba el sacerdote y suplicaba: “¡No al infierno, no! Me ofrezco en holocausto por él hasta cuando Tú lo quieras!”. Ella escuchó hasta el nombre y el apellido del sacerdote.
P. Pinho quiso entonces indagar con el cardenal de Lisboa si en aquel momento existía un sacerdote que le causaba aflicciones. El cardenal le confirmó con sinceridad que efectivamente había un sacerdote que le daba muchas preocupaciones; cuando le reveló el nombre, era justamente el mismo que Jesús había nombrado a Alessandrina.
Algunos meses después le fue referido a P. Pinho, por parte de un amigo-sacerdote, Padre Davide Novais, un acontecimiento particular. Padre Davide había apenas realizado un curso de ejercicios espirituales en Fátima, en el cual también había participado un señor reservado, que había sido notado por todos por su comportamiento ejemplar. Aquel hombre, la última tarde de los ejercicios, sufrió un ataque de corazón; después de llamar a un sacerdote, pudo confesarse y recibir la Santísima Comunión. Poco después murió, reconciliado con Dios. Se descubrió que aquel señor, vestido de laico, era un sacerdote y era precisamente aquella persona por quien Alessandrina había luchado tanto.
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