Del Folleto Adoración Eucarística y Maternidad Espiritual para la Santificación de los Sacerdotes. (Congregación del Clero)
Martes 21 de Julio
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Sierva de Dios Consolata Betrone (1903-1946)
Los sacrificios y las oraciones de una madre espiritual de sacerdotes favorecen particularmente a los consagrados, que se perdieron o han abandonado su vocación. Jesús, en su Iglesia, ha llamado a ésta vocación a innumerables mujeres orantes, como por ejemplo Sor Consolata Betrone, Clarisa Capuchina de Turín. Jesús le dijo: “Tu tarea en la vida es dedicarte a tus hermanos. Consolata, también tú serás un buen pastor y tienes que ir a buscar a los hermanos extraviados para reconducírmelos”. Consolata ofreció todo por ellos, “sus hermanos” sacerdotes y consagrados, que tenían necesidades espirituales. En la cocina, durante el trabajo, rezaba continuamente su oración del corazón:
“¡Jesús, María, os amo, salvad almas!”.
Cambió conscientemente cada mínimo servicio y cada deber en sacrificio. Jesús le dijo respecto a esto: “Éstas son acciones insignificantes, pero como tú me las ofreces con tanto amor, concedo a ellas un valor desmedido y las transformo en gracias de conversión, que descienden sobre los hermanos infelices”.
A menudo, en el convento eran señalados por teléfono o por escrito, casos concretos de los cuales Consolata se hacía cargo en el sufrimiento. A veces sufría durante semanas o meses aridez, abandono, sentido de inutilidad, oscuridad, soledad, dudas y por el estado pecaminoso de los sacerdotes. Una vez, durante estas luchas interiores, le escribió a su padre espiritual: “¡Cuánto me cuestan los hermanos!”. Pero Jesús le hizo la grandiosa promesa: “Consolata, no es sólo un hermano que reconducirás a Dios sino a todos. Te lo prometo, me regalarás a los hermanos, uno después del otro!”. ¡Así fue! Recondujo hacia un sacerdocio rico en gracia a todos los sacerdotes confiados a ella. Muchos de estos casos fueron documentados con exactitud.
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