“Que los niños descubran la misteriosa presencia de Jesús en los hermanos enfermos. Que los jóvenes, especialmente las chicas consideren que el Señor podría llamarlas para consagrarse a la defensa y cuidado de la vida. Que nuestros parientes enfermos y ancianos puedan confiar en la generosidad de sus hermanos y sus hijos. Y que puedan contar con la cercanía de los sacerdotes y amigos de nuestras comunidades eclesiales”
“el enfermo debe ser centro y protagonista de nuestro encuentro. Él tiene algo que decirnos. El prestar atención a lo que nos manifiesta, nos dispone a compartir su vida y sostenerla. Por la palabra del Señor sabemos, que en cada enfermo visitamos a Cristo mismo”.
“la espiritualidad cristiana está orientada a la salud en sentido total; porque tiende a la restauración del hombre entero en Cristo. Amar al enfermo significa compartir su anhelo de sanarse”
“Hay que respetar la obra que Dios está haciendo en el enfermo. Porque lo ama y reconoce en él o ella a su propio Hijo. Con Cristo, todo lo humano tiene sentido; especialmente el dolor y la enfermedad. Él es nuestra Esperanza. En el bautismo hemos muerto y resucitado con Cristo; por eso hemos de animar al enfermo para que se deje alcanzar por Él. Junto a Cristo está su Madre quien nos ayuda a acoger y completar las vivencias de su Hijo, y participar así en la redención del mundo”
Comisión Episcopal para la Pastoral de la Salud, en nombre de los obispos argentinos.
FUENTE: AICA
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