Nada significaría el que estés en medio de la gente, si no tienes algo nuevo que comunicar a los demás. Meterse en la vida de la gente no es sólo ser campechano, tratable, buena persona. Ese modo de ser te abre puertas y te da acceso a la gente. Cultívalo con sencillez y cercanía. Pero piensa que tu inmersión es mucho más. Es hacer vida el evangelio en medio de la gente. No sólo como una doctrina que enseñas, sino como talante y estilo de vida que se nota en tu manera de pensar, en los criterios con los que actúas, en los derroteros que cobran tus intereses más íntimos, en las motivaciones que le echas a la vida... Cuando te metes entre la gente de esa manera nueva, entonces sí que tu inmersión significa algo y comienza a plantear preguntas: por qué piensas, actúas, reaccionas, vives así..., a pesar de que suponga muchas veces ir contra corriente. Cuando eso se dé, piensa que has empezado a meter evangelio en la entraña misma de la vida que compartes con los demás. Si lo haces con sencillez y naturalidad, es que tu inmersión es obra del Espíritu.
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