No hay fraternidad sin eucaristía. Un solo pan y un solo
cuerpo. Comunión con el cuerpo de Cristo y comunión de dones, de servicios y de
carismas, para formar una misma y única iglesia. En la eucaristía, la diversidad
queda trabada en unidad. Lo mismo que las espigas en el pan y las uvas en el
vino. Celebra la eucaristía, apasionado por la comunión. En ella la recibes y la
expresas. De ella recibes la fuerza para construirla. Desde la eucaristía sales
al mundo con el compromiso de hacer una comunidad de hermanos. Descubre la
fuerza de unión de la eucaristía. Celébrala con sentido de familia. Participa
activamente en ella, porque es la gran fiesta de la comunidad en la que
trabajas. Haz de ella un encuentro de hermanos que escuchan la Palabra del Padre
y se unen a la entrega del Hijo. Que se note que allí está aconteciendo la
presencia de Jesucristo entre nosotros. La misma presencia con la que quieres
inundar tu vida y la vida de los demás. Anuncias una presencia, no un recuerdo.
La misma presencia que experimentas sacramentalmente cuando, con tus hermanos,
acoges para ti y para el mundo a Cristo resucitado. Como los de Emaús,
acostúmbrate a reconocerlo en el "partir el pan". Implícate en la eucaristía de
la comunidad y no andes buscando como privilegio una eucaristía "particular"
para ti o para tu grupo. La eucaristía es la mesa común de la familia. En ella
se realiza y se expresa la fraternidad.
Y qué bien te sientes cuando participas de "Esa Fraternidad".
ResponderEliminarMe ha encantado todo el escrito y hacer su lectura es una invitación más para reflexionar sobre la Eucaristía.