Cuando era niña muy chiquita, nos enseñaron un jueguito para bebés que era ir doblando los deditos y luego ponernos las manos en la cabeza... y decía: la casita se cayó, los platitos se quebraron, el niño enfermo, el papá enojado.... ¡Jesús, qué cuidado! y lo aprendimos después para enseñarlo a los hermanitos bebés... y luego a los hijos.
Ahora cuando parece que el mundo se nos voltea al revés y que todo sale mal... entre las hermanas nos decimos: la casita se cayó.....Este día lo repetiría... la casita se cayó... el niño enfermo. Recibí noticias de mis amigas y todas incluían enfermedades... Una estuvo hospitalizada con una trombosis pulmonar, cosa muy grave... otra se cayó y se quebró la mano, otra le diagnosticaron una tremenda infección renal y un recuento altísimo de triglicéridos.... otra, está a punto de entrar a una operación. Así que mis achaques y cansancios los dí por buena salud, y prometí no quejarme. Hablar de mis insignificancias es un insulto para los que verdaderamente tienen enfermedades fuertes. También prometí redoblar mis oraciones con mucho más fervor para pedir por ellas y por todos los que en el mundo sufren tantas y tantas penas, dolores, angustias, soledades, abandonos, temores y desesperaciones. Pedí perdón porque con mis ánimos decaídos y mis enojos y falta de apertura no construyo un espacio donde mis oraciones sean buen aroma que suba al Señor, me comporto como Caín ofreciendo lo menos, lo malo, lo que es despreciable.
Ahora cuando parece que el mundo se nos voltea al revés y que todo sale mal... entre las hermanas nos decimos: la casita se cayó.....Este día lo repetiría... la casita se cayó... el niño enfermo. Recibí noticias de mis amigas y todas incluían enfermedades... Una estuvo hospitalizada con una trombosis pulmonar, cosa muy grave... otra se cayó y se quebró la mano, otra le diagnosticaron una tremenda infección renal y un recuento altísimo de triglicéridos.... otra, está a punto de entrar a una operación. Así que mis achaques y cansancios los dí por buena salud, y prometí no quejarme. Hablar de mis insignificancias es un insulto para los que verdaderamente tienen enfermedades fuertes. También prometí redoblar mis oraciones con mucho más fervor para pedir por ellas y por todos los que en el mundo sufren tantas y tantas penas, dolores, angustias, soledades, abandonos, temores y desesperaciones. Pedí perdón porque con mis ánimos decaídos y mis enojos y falta de apertura no construyo un espacio donde mis oraciones sean buen aroma que suba al Señor, me comporto como Caín ofreciendo lo menos, lo malo, lo que es despreciable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bienvenido(a) a expresar tu opinión. Gracias por tu comentario. Dios te bendiga