Tía Esther a sus 93 años estuvo en Roma, mis hermanos la llevaron y cuentan que llegó fresca como una lechuga, disfrutó cada momento y la disfrutaron a ella. El momento más feliz: Saludar al Papa, que como buena viejita lo saludó con toda la confianza del mundo, como si fueran viejos amigos. Estas fotos en las que las expresiones y los gestos dicen todo, se han quedado como un recuerdo imborrable en los corazones de los que amamos a Tía Esther que al año siguente de este viaje se fue al Cielo y desde allá nos mira con ese mismo entusiasmo y alegría que nunca perdió en la vida.
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