Un joven estudiante canadiense, que, con el permiso de la República Popular China, residió varios años estudiando allí, publicó en la revista "Mundo Cristiano" el siguiente artículo:
Naturalemente en China quedan muchas personas no encadenadas al yugo común del materialismo marxista, Y, después de describir la persecución implacable contra toda clase de creencias religiosas, escribía: «he conocido chinos católicos. Viven resignados -virtud muy china- en un ambiente hostil; parece un milagro que sigan conservando la fe y estén más o menos alegres. Sin sacerdotes, sin sacramentos -hay rumores, no obstante, de que algunos sacerdotes consiguieron ocultar su identidad y en áreas rústicas viven como en las catacumbas- y sin libros. Si alguien les viera simplemente santiguarse, podrían ser arrestados por "promover prácticas superticiosas ante el pueblo". Sin embargo, algunos de sus hijos siguen creyendo y aceptan la fe que sus padres les dan. Pero hay que tener en cuenta que los mejores murieron heróicamente.
Un anciano católico que encontré sentado en el parque del Palacio de Verano de Pekín, asegurándose que nadie observaba, sacó un Rosario. Era una tarde gris de un día de otoño y el parque estaba desierto. Tenía mi interlocutor un aire distinguido; empezó hablándome de cosas sin importancia y terminó haciéndome una importante confesión en chino: "Siempre llevo el Rosario en el bolsillo"»
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