Lecturas
Isaías 55, 1-4 Venid por agua Salmo 85, 8-13 Su salvación está cerca
1 Corintios 12, 12-27 Hemos recibido en el bautismo un mismo Espíritu a fin de formar un solo cuerpo
Juan 15, 1-13 Yo soy la vid verdadera
Comentario: La Iglesia de Jerusalén descrita en los Hechos de los Apóstoles es el modelo de la unidad que buscamos actualmente. Como tal, nos recuerda que la oración por la unidad de los cristianos no puede contemplar la uniformidad, ya que la unidad se caracterizó desde el principio por una gran diversidad. La Iglesia de Jerusalén es el modelo o el icono de la unidad en la diversidad.
El relato de Pentecostés en el libro de los Hechos nos dice que, ese día, todas las lenguas y culturas del antiguo mundo mediterráneo y que estaban representadas en Jerusalén, la gente oía el Evangelio en sus distintas lenguas y que a través de la predicación de Pedro, se unieron los unos a los otros en el arrepentimiento, bautismo y efusión del Espíritu Santo. San Pablo, por su parte, escribirá más tarde: “Todos nosotros, en efecto, seamos judíos o no judíos, esclavos o libres, hemos recibido en el bautismo un mismo Espíritu, a fin de formar un solo cuerpo; a todos se nos ha dado a beber de un mismo Espíritu”. No es una comunidad uniforme, hecha de espíritus similares, de gente unida por la cultura y la lengua, que era asidua a la enseñanza de los apóstoles y a la comunión fraterna, sino una comunidad de una gran diversidad, donde las diferencias podían fácilmente degenerar en controversias. Fue el caso entre los cristianos de origen griego y los de origen judío con respecto a la negligencia con la cual trataban a las viudas griegas, como informa san Lucas (Hechos 6,1). Por tanto, la Iglesia de Jerusalén estaba unida en sí misma, y que el Señor resucitado declara: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece unido a mí, como yo estoy unido a él, produce mucho fruto”.
Una gran diversidad caracteriza hoy todavía a las Iglesias de Jerusalén y a las de todo el mundo. En Jerusalén esta diversidad puede fácilmente degenerar en controversia, ya que el actual clima político de hostilidad no hace más que acentuarlo. Pero como la Iglesia primitiva de Jerusalén, los cristianos de Jerusalén nos recuerdan hoy que formamos un mismo cuerpo muchos miembros, una unidad en la diversidad. Las antiguas tradiciones nos enseñan que la diversidad y la unidad existen también en la Jerusalén celestial. Nos recuerdan que la diferencia y la diversidad no significan división y desunión, y que la unidad de los cristianos para la cual oramos siempre ha supuesto una real diversidad.
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