sábado, 8 de enero de 2011

¿JUEZ, YO?

¿Juicio a Dios o juicio al hombre y mujer?
Si Él nos ha creado, es racionalmente insostenible juzgarle por aquello que nos parece injusto
Javier Garralda Alonso

Cuando el hombre o la mujer se dicen, quizá sin darse cuenta: “Dios no es bueno, ¿cómo permite esto?” están pensando “si yo fuera Dios no habría permitido que sucediera este mal, esta injusticia o esta catástrofe”. Y así implícitamente afirman que son más buenos que Dios.
Pero, si es Dios quien nos ha creado, nuestro sentido de la justicia y nuestra bondad procederían de Él. ¿Cómo puede ser que Aquél del que yo vengo no tenga el sentido de la justicia o la bondad que yo tengo? ¿Cómo puede ser que sea menos bueno que yo?

Ya se ve que eso es racionalmente insostenible.

Con todo, en el mar embravecido de los sentimientos, del dolor, es muy humano que se lleguen a afirmar cosas irracionales. Y también es cierto que sólo razones del corazón pueden dulcificar esas pasiones, esos sentimientos desbordados que a veces nos dominan.

Ya vemos que pensando con la razón serena no podemos nosotros que Dios ha creado juzgar de un modo racional a Dios, y que más bien estamos sujetos a su juicio. ¡Ay de nosotros!, si la vara de medir de Dios fuera la misma que la nuestra.

Pero el Señor, por así decirlo, se deja juzgar por el hombre, se pone a su lado, se pone en su lugar y el Inocente paga por el hombre o mujer culpable, dejándose clavar en la Cruz en Jesucristo, Dios hecho hombre.

Dice Juan Pablo II: “Hombre, tú que juzgas a Dios, que le ordenas que se justifique ante tu tribunal, mira si no eres tú responsable de la muerte de este Condenado, si el juicio contra Dios no es en realidad un juicio contra ti mismo. Reflexiona y juzga si este juicio y su resultado –la Cruz y luego la Resurrección– no son para ti el único camino de salvación.” (J.P. II, Cruzando el umbral de la Esperanza.- cap. 11, pág. 83).
Pero, ¡cuánto nos cuesta! ante un sufrimiento decir “Me lo he merecido, nos lo hemos merecido: ¡que Dios se apiade de mí, de nosotros!”

Luminoso resulta el juicio que realiza el Buen Ladrón que comparte la cruz con Jesús: “¿Ni tú que estas sufriendo temes a Dios? Y nosotros justamente porque recibimos el digno castigo de nuestras obras, pero éste nada malo ha hecho. Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu reino”. Y más luminoso el juicio de Dios: “Y le dijo: En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el Paraíso”.

Mas, ¿y el sufrimiento de los inocentes?: Ellos se unen a Cristo, el gran Inocente, en su amor sublime que no es de este mundo y así serán privilegiados, íntimamente unidos a Él, en su gloria.

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