*105* En mis enfermedades, en mis dolores, procuraré llevar el desasimiento, el renunciamiento, el espíritu de pobreza hasta donde más pueda; me aguataré mis dolores todo lo más posible, ofreciendo a nuestro Señor por medio de mi Madre, cada minuto de estos que me torturan, y en los que la naturaleza quisiera recibir algún alivio, por la conversión de un pecador, y a la vez por muchas otras intenciones, por todos los intereses de Jesús.
*106* Pediré a nuestro Señor no me permita caer en la tibieza, que ninguna criatura impida el vuelo de mi alma a él, que ninguna bagatela ate mi alma.
*107* Qué cosa en la vida podrá parecerme dura? ¿Qué humillación, qué desprecio, qué desolación, podrá parecerme grande, si la comparo a las humillaciones de Jesús, a sus deshonras, a sus afrentas, a sus desolaciones, a sus abandonos?
*108* Todo es nada comparado con lo que mi Maestro sufrió por mi entonces yo, por amor a él, aceptaré con alegría todo lo que me venga de penoso, de doloroso; y más aún iré a buscarlo, así como nuestro Señor fue al encuentro del traidor Judas.
*109* Que es todo lo que yo puedo dar, por más que lo diera todo, sin reservarme la más mínima partícula? Nada, absolutamente nada, menos que un centavito de cobre. Pero este centavito de cobre, esta nada, esto menos que nada, lo quiere el Señor, pero todo entero, y todo entero se lo doy.
*110* Señor, yo no tengo más que darte que lo que tú mismo me has dado, pero tómalo todo entero, sin reservas y para siempre, para siempre.
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