Tu testimonio es el parecido que tienes con tu Padre-Dios. "Ser como Dios" es tu tentación de criatura; pero, "ser como Dios es también tu vocación de hijo. Tienes a quien parecerte. Si fueras huérfano, te faltarían referencias. Pero como tienes Padre, se te abre un camino insospechado de imitación. En tu vida tienes que reflejar la imagen de Dios. "Que por mi causa no queden defraudados los que esperan en ti, Dios mío". Tu falta de testimonio defrauda. No porque tú quedes mejor o peor ante la gente, sino porque no manifiestas tu parecido con el Padre. En definitiva, es él quien queda mejor o peor parado. En tu testimonio está en juego la imagen de Dios y la acogida y acercamiento de mucha gente. Con tu vida proclamas quién y cómo es el Dios en quien crees y al que anuncias en tu tarea de evangelizador. En tu vida, habrás dicho algunas veces, queriendo justificarte: "no me miréis a mí; mirad al Dios a quien predico". ¡Que te miren a ti, para que "viendo tus buenas obras, glorifiquen al Padre que está en los cielos"! Si eres hijo, no es una osadía que te atrevas a decir desde tu unión con Jesús: "quien me ha visto a mí, ha visto al Padre". Fue un testigo quien dijo: "vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí". Desde esa transformación en Cristo, Pablo fue apóstol y evangelizador
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