En materia de sexualidad humana, existen hombres y mujeres. Es un hecho biológico establecido. A partir de este hecho nace la familia, que asegura la continuidad de la raza humana. De la familia viene la sociedad y el Estado que trabaja para el bien común y la perfección de nuestra naturaleza. No hay nada complicado sobre este hecho evidente. Son simplemente las cosas como son y siempre han sido.
Sin embargo, hay quienes afirman que esta clasificación está construida total y artificialmente por la sociedad. Los seres humanos, sostienen, no se dividen en hombres y mujeres. Por el contrario, en materia de sexualidad, todos deberíamos tener la libertad de rechazar la identidad de “género” que nos es impuesta y adoptar el “género” que queramos. Ya no somos hombres o mujeres, sino que podremos optar por ser uno o el otro, ambos, y/o ninguno.
Así, hemos visto la proliferación de comportamientos y condiciones que ahora se consideran como categorías sexuales. La identidad de género se aplica ahora a cómo uno se percibe a sí mismo o incluso a como uno puede cambiarse quirúrgicamente para adaptarse a esa percepción.
Lo que comenzó como una pequeña lista que contaba a homosexuales y bisexuales se ha expandido para incluir a la “comunidad” LGBTQI – añadiendo transgénero e intersexuales a la lista.
Sin embargo, ese no es el fin de la historia. Una vez que la compuerta se abre para dar carácter oficial a cualquier tipo de comportamiento sexual, no hay límite para las categorías y géneros que pueden aparecer. Así, por ejemplo, la Comisión de Derechos Humanos de Australia ha elaborado una lista de 23, “géneros”, que consideran que deben ser protegidos por la ley. ([1]) En esta lista, más allá de la norma LGBTQI, se pueden encontrar transexuales, andróginos , agénero, cross dresser, genderfluid, genderqueer, intergender, sistergirl y otras clasificaciones que es mejor dejar sin mencionar.
Lo que queda claro con esta lista es que el debate sobre el “género”, que acusa a la sociedad tradicional de construir artificialmente los roles sexuales, es en sí mismo artificial y falso. Los defensores de esta sexualidad desenfrenada no pueden reprimir su imaginación en la expansión de las nuevas categorías que deben ser protegidas, llevándola hasta lo ridículo y absurdo. Ellos también son creativos en la fabricación de toda una lista de fobias (bifobia y transfobia) para atacar a aquellos que desaprueban estos comportamientos aberrantes.
Estos hallazgos no son realmente nuevos. Ellos son meras extensiones lógicas del movimiento de liberación sexual de los años sesenta. En aquel entonces, cualquier tipo de amor libre entre un hombre y una mujer se tornó socialmente aceptable. Ahora, cualquier otro tipo de relación sexual debe ser aceptado y recibir protección legal.
Lo único que no se tolera es la insistencia en que hombre y mujer delimitan la sexualidad humana. No se acepta que una ley natural y sus correspondientes límites morales regulen la fuerza del instinto sexual para que la sociedad pueda perpetuarse a través de la familia. Esencialmente, esta posición sostiene que las formas de expresar la sexualidad son ilimitadas y que cada uno puede definir su propia categoría de género más allá de las actuales 23.
Un día, cuando el sentido común vuelva a prevalecer, podremos esperar que todo volverá al principio, cuando Dios creó al hombre y a la mujer.
Escrito por John II Horvat (Tomado de Acción Familia)
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