lunes, 1 de febrero de 2010

PRIMER CAPÍTULO GENERAL

BIOGRAFÍA MADRE MARÍA INÉS TERESA ARIAS
Primer Capítulo General

Los primeros diez años a partir de la Transformación son muy intensos. Por un lado, la Reverenda Madre recibía mes a mes, solicitudes de jóvenes deseosas de ingresar; por otro, permanecía atenta y siempre dispuesta a responder las iniciativas de los jerarcas de la Iglesia para emprender nuevos caminos para salvar almas. De 1951 a 1961 las fundaciones se suceden una después de otra. O bien, algunas respondían al llamado de un obispo; o la providencia de Dios les presentaba ocasión de iniciar un nuevo apostolado, siempre de acuerdo al carisma contemplativo-misionero que caracterizaba a la Congregación.

Cada vez más fortalecía en número y experiencias este sólido grupo de Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento. Toda clase de dificultades burocráticas, legales o económicas se van resolviendo gracias a la infinita paciencia y tenacidad de la madre Inés. Con el firme propósito de dar a conocer y amar a Dios y a Santa María de Guadalupe, se convierte en la líder de un ejército de doscientas religiosas incansables. Cruzan las fronteras de países en los que llevan a cabo la catequesis directa, o bien desarrollan alguna misión evangelizadora a través de actividades educativas, sociales o relacionadas con la salud.

Para la fundadora es urgente llevar a cabo las primeras elecciones a través de un Capítulo General. Desde 1955 había solicitado humildemente a La Santa Sede le orientara para realizar este proceso, pues de ninguna manera deseaba mantenerse indefinidamente como superiora. Sin embargo, la Congregación de Religiosos le recomienda esperar a que aumenten el número de religiosas de votos perpetuos. La espera debe prologarse hasta 1961, cuando faltan todavía dos años, el tiempo estipulado por las Constituciones.

Cuando se llega la fecha, la Superiora ve la posibilidad de dejar el cargo en manos de cualquier otra hermana, y estudiar la manera de prepararla para dirigir y tomar decisiones. El primer Capítulo General resulta un trabajo bien organizado y de una estricta formalidad; pero al mismo tiempo, sorprende el ambiente de alegría y ejemplar fraternidad. El 30 de noviembre de 1961 se realiza la elección, y los resultados no parecen sorprender a nadie, excepto a la propia fundadora. María Inés Teresa Arias es elegida por mayoría, y de nueva cuenta, como Superiora General. Después de ser confirmada en tan importante responsabilidad por sus propias hijas, acepta sumisa la voluntad de Dios, y les suplica oraciones para cumplir fielmente con los deberes en la formación de las almas.

Para el año siguiente, el Instituto cuenta ya con dieciséis casas, de las cuales diez se sitúan en el extranjero y las seis restantes, en la República Mexicana. Además, existen tres noviciados: Cuernavaca, con cincuenta novicias, Japón con veintitrés, y Los Ángeles con diez.

Aquélla monjita, quien años atrás se iniciara en la clausura, jamás se imaginó convertida en una dirigente de múltiples funciones. La primera y más importante consistía en planear y evaluar el desarrollo espiritual, jurídico y material de la obra; y la segunda era visitar las misiones y reunirse con el consejo general del instituto y las diferentes autoridades eclesiásticas.

Además de esas actividades dedica gran parte de su tiempo a escribir cartas personales y crónicas de viajes. Al decir de sus hermanas y personas allegadas, María Inés cuenta con una enorme capacidad para estar al pendiente de todo: resuelve con el mismo interés conflictos graves o pequeños inconvenientes, sin descuidar jamás sus periodos de aislamiento para la oración, en la intimidad de la capilla.

Las fundaciones continúan. Las Misioneras Clarisas realizan distintos apostolados también en Europa: en Roma atienden una clínica de convalecencia; en Madrid, una guardería; en Pamplona y Dublín se hace cargo de residencias universitarias. Para la madre Inés, ser misionera es un “derecho”, una obligación que exige, incluso en algunos casos, dar la vida. Como una verdadera madre desea llevar a sus hijas a metas cada vez más altas de santidad y entrega: siempre hijas, siempre, nuestro espíritu misionero debe ser universal, debe abarcar todos los pueblos, razas y naciones, debe abarcar el mundo entero. No deben existir fronteras de ninguna especie.

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