La formación da envergadura y calado a tu acción evangelizadora y, personalmente, a tí te da seguridad. Muchos discípulos no se deciden a colaborar como misioneros, porque se sienten inseguros. Intuyen cosas, tendrían ganas, pero no dan el paso.
Y es que la falta de formación es una de las razones que más retraen a la hora de participar, o inclina a la participación en actividades que no exigen confrontarse con el pensamiento y la cultura de nuestro tiempo. La falta de formación "recluye en la sacristía".
Si queremos salir al mundo, necesitamos discípulos misioneros formados para poder dialogar en "igualdad de condiciones": tu formación es un gran servicio a la fe. Recuérdalo, cuando percibas que te exige dedicación y sacrificio. No solo evangelizas cuando haces "cosas"; lo haces también cuando te preparas para "dar razón de tu esperanza". Acoge con gusto la tarea de los equipos de formación que surjan en tu parroquia o comunidad y, si eres llamado a integrarte en alguno, recíbelo como una gracia. Lo contrario sería ir buscando un recetario fácil.
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